viernes, 26 de abril de 2019

Entrevista capotiana a Sergio Arlandis


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Arlandis.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Seguramente el pueblo donde me crié de pequeño los veranos y donde actualmente viven mis padres: en Pinet, un pequeño pueblo valenciano, perdido entre las montañas y con un severo riesgo de despoblación, ya que actualmente tiene menos de 200 habitantes. Cada vez que voy allí es como regresar a mi propia infancia.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente, pero los animales tienen un magnetismo afectivo que la gran mayoría de las personas no tienen. Yo tengo dos perritas, que estaban abandonadas, en mi casa y su amor, su compañía, su mirada…ya quisieran muchas personas tener la mitad de su nobleza, de su pureza y honestidad que, siendo valores humanos en sí (y no animales), parecen estar en desuso para la raza humana.
¿Es usted cruel?
Conmigo mismo, mucho.
¿Tiene muchos amigos?
Muchos y muy buenos, porque lo han demostrado siempre. Me siento afortunado y creo que ellos también, porque tienen, también un buen amigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que estén cuando se les necesita (y no lo digo en sentido funcional). No hace falta que estemos siempre en comunicación: yo sé que, si les necesito, allí están; y ello también lo saben de mí. Los amigos se especializan dependiendo de qué cumplen en tu vida: por ejemplo, yo, en poesía, tengo unos amigos; en el fútbol, tengo otro; en el trabajo, tengo otros… y sé que todos están ahí, aunque tengan su propia parcela y su propio espacio.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si me decepcionan es que realmente no son amigos, son solo conocidos o personas que, oportunamente, entraron en mi vida y luego han salido con la naturalidad que esto requiere.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo intento ser, pero vivimos, como diría Baudrillard, en la época del simulacro: todo mentimos incluso sin hablar.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
De mil maneras. No voy a decir que leyendo, porque eso es mi trabajo. Lo ocupo haciendo deporte, saliendo por ahí en familia, etc.
¿Qué le da más miedo?
Dejar de tener ganas de vivir.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de valores y de empatía que siente mucha gente joven, los que están en la adolescencia y muchos de los que están dando el salto a la veintena.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Ser futbolista, que lo intenté.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí, todos los que puedo. Me encanta el deporte.
¿Sabe cocinar?
Sí, he vivido mucho tiempo solo y me he habituado. También te digo que es cocina funcional, sin estridencias, pero lo suficientemente plural y amplia para que pueda darte una respuesta afirmativa.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Stan Lee. Mira qué entretenidos nos tiene aún todo lo que creó y cómo nos alienta a seguir teniendo esperanza.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Tú.
¿Y la más peligrosa?
Verdad.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Metafóricamente sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
No creo que importen, pero soy más bien moderado.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? ¿Otra cosa u otra persona? Otra persona: mujer. Otra cosa: árbol.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Tiendo a confiar demasiado y a ofrecer demasiado a quien quizá no lo merezca.
¿Y sus virtudes?
La sensibilidad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La última vez que vi que alguien, en circunstancias semejantes, pudo salvarse, para saber cómo hacerlo yo.
T. M.