sábado, 25 de mayo de 2019

Entrevista capotiana a Miguel Saporta


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Saporta.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Entiendo el mundo como un lugar lo bastante pequeño como para no tener que ir a ninguna otra parte.
¿Prefiere los animales a la gente?
No. Ni prefiero la gente a los animales.
¿Es usted cruel?
No. No creo tener la dureza emocional para ser cruel. Tampoco para observar la crueldad. Quizá por eso no veo televisión.
¿Tiene muchos amigos?
No, soy persona de pocos amigos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
No diría que busco cualidades en nadie. Sí es cierto que quiero mucho a mis amigos. Por eso los veo poco.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
La decepción es básicamente un error de proyección, un proyecto fallido de relación. Por definición, una persona que es tu amiga no puede decepcionarte y seguir siéndolo. Quizá parte de la idea de amistad sea no dar demasiada ocasión a que te puedan decepcionar.
¿Es usted una persona sincera? 
Quiero creer que sí. O, al menos, espero estar siendo consistente en mis mentiras.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Nunca he necesitado ocupar mi tiempo libre, la verdad. Envidio un poco a esas personas que se dedican concienzudamente a una afición, pero solo un poco.
¿Qué le da más miedo?
La indefensión ante quienes tienen algún tipo de poder.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La indolencia y la ignorancia complacida.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No estoy seguro de que una pregunta así se pueda contestar sin meterse en tupidos campos de berenjenas. ¿Se decide llevar una vida creativa? ¿Hasta qué punto se puede decidir qué vida llevar? En mi caso, laboralmente hablando, he llevado muchas vidas en lugares distintos, pocas por decisión propia, y en todas esas vidas he perpetrado poemas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nuestra hija está empezando a andar.
¿Sabe cocinar?
Sí. Últimamente he vuelto, por falta de tiempo, a la cocina básica de supervivencia. No paro de decirme que tengo que ponerme a los pucheros otra vez.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Esta es la pregunta que más me cuesta responder. Seguramente escogería a una persona anónima, sin relevancia aparente en la Historia, que representara a todas esas personas que tienen relevancia en nuestras pequeñas historias y no son importantes más que para nosotros mismos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La palabra más llena de esperanza que se me ocurre es la que implica a más de una persona en la enunciación. We, Noi, Nosaltres, Nós… Porque el plural que crean en cuanto salen de la boca suena como pasarle el brazo a alguien por el hombro. En español, que tiene carga de género, hoy sería: Nosotras.
¿Y la más peligrosa?
Libertad. Porque es muy fácil ponerle guirnaldas o cadenas. Libertad de, para, sin, bajo, según, por, cabe, en entre, sobre… Cuando va sola es una magnífica idea. Con una preposición detrás se hace añicos y corta. De cualquier modo, me pregunto, peligrosa ¿para quién?
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No se puede elegir a la familia.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy un anarquista desinteresado y básico. Me temo que no soy demasiado sofisticado en mis tendencias políticas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un carpintero o una costurera. Alguien capaz de hacer cosas útiles con sus manos y dedicarles el tiempo necesario.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Si un vicio es un hecho repetitivo que es moralmente reprobable y la moral cambia con los tiempos, seguramente lo que más se me puede echar en cara en esta época de comunicación continua es no tener un blog, una cuenta de Instagram o twitter. Me estoy quitando, pero es difícil.
¿Y sus virtudes?
Sería muy arrogante por mi parte responder a esa pregunta. Habría que preguntarle a alguien a quien no le guste demasiado yo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
La muerte es la única experiencia personal no transferible, no comunicable. No le podemos contar a nadie cómo nos fue. Por eso, creo que en lugar de ocupar esa experiencia con imágenes de lo vivido o, peor, con pensamientos de lo que no se vivirá ya, me concentraría en vivir ese último momento de manera completa. Me centraría en las sensaciones, el dolor en el pecho por la falta de aire, la cadencia cada vez más lenta del corazón. Un último momento completamente a solas.
T. M.