miércoles, 25 de septiembre de 2019

Entrevista capotiana a Jes Lavado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Jes Lavado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Una cueva en una isla desierta. En concreto una que aparece en mis sueños desde la infancia, situada en una playa, con un acompañante y un montón de libros.
¿Prefiere los animales a la gente?
En absoluto. Sobre todo porque por ahora no he encontrado animales con los que poder ir de cañas. Pero también es cierto que lloraré más la muerte de mis gatas que la de muchos de mis congéneres. 
¿Es usted cruel?
Mucho. Soy capaz de una crueldad extrema cuando se trata de mi persona. Para compensar, procuro ser compasiva con los otros.
¿Tiene muchos amigos?
Más bien pocos, aunque alguno de ellos vale por un ejército.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Cuando era joven me deslumbraban la inteligencia y el talento. Ahora pesan más cualidades como la bondad y la generosidad. Si además, como es el caso de mis amigos, van acompañadas de gracia, distinción e ingenio, pues es una fiesta. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Nunca. Si alguna vez me he sentido decepcionada la culpa ha sido mía, por crearme expectativas irreales sobre una persona, o creer amigo a quien no lo era. Pero mis amigos jamás me decepcionan.
¿Es usted una persona sincera? 
Quizá demasiado. Llevo años practicando para corregirlo, no para ser insincera, sino para saber callar lo que puede hacer daño innecesario. 
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Evadiéndome de mí misma. Entre otras, mi droga preferida es la ficción. El problema es que también suelo hacerlo en mi tiempo ocupado, lo que en ocasiones me acarrea serios problemas con la realidad.  
¿Qué le da más miedo?
Una vez leí que el miedo es el ejercicio atroz de la imaginación. Y como imaginación tengo mucha, imagínense, mi catálogo de miedos es inabarcable. Bueno, y naturalmente, como le ocurre a todos los que tienen hijos, que les pase algo malo a alguno de ellos. 
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La obscena tolerancia de nuestra sociedad ante la corrupción. Tenemos la corrupción que merecemos, por indolentes.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Supongo que habría montado una banda de rock. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Salgo a correr de vez en cuando e intento hacer algo de yoga. Y paso mis días rodeada de adolescentes, lo cual es un ejercicio de alta intensidad.
¿Sabe cocinar?
Para mi vergüenza, lo imprescindible para no ser demandada por madre negligente.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El gato Tom. El coyote. El inspector Clouseau. Cualquiera de estos merecería un monográfico. Se lo debemos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Niño.
¿Y la más peligrosa?
Culpa.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Inexplicablemente no. Quizá una vez a unos insectos que se colaron en mi despensa. Pero ni siquiera a ellos. Hubiera preferido que se marcharan voluntariamente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Curiosamente, aquellas que sufren más atropellos a manos de los políticos: creo en la justicia social, en la sanidad universal y en la educación pública. Detesto el puritanismo y la “corrección política” que están aniquilando el sentido común y cualquier discurso sensato. Y creo que hay cosas sagradas como la educación y la cultura en las que los políticos jamás deberían de meter sus sucias manos. Si existe hoy una tendencia política que acoja estos requisitos, por favor, avísenme.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un hombre, por saber lo que se siente y para no tener la menstruación, ni miedo a andar sola por una calle desierta.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El autoengaño y el romanticismo. O más bien, un apasionado autoengaño. 
¿Y sus virtudes?
Hay quien dice que soy luminosa. Lo cual es paradójico para alguien que está casi siempre a oscuras. Pero no sé si es una virtud, ni si es verdad.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? 
No tengo ni idea. Pero es muy probable que entre los momentos estelares de mi existencia, mi mente me transportara una vez más a la cueva situada en la isla desierta de mis ensoñaciones, a esa playa donde volver empezar este cuestionario y regresar así a esta pregunta. En ese sentido soy inmortal.
T. M.