sábado, 21 de septiembre de 2019

Entrevista capotiana a Raquel Vázquez


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Raquel Vázquez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Me gusta viajar, pero cada vez valoro más el placer de estar en casa, literal y metafóricamente, cerca de las personas que quiero. Así que diría Betanzos, que es donde vivo.
¿Prefiere los animales a la gente?
En general, no. Los animales me gustan, pero no los reemplazaría por la compañía de las personas. De todas formas, sí prefiero los animales a cierta gente.
¿Es usted cruel?
No. De hecho, me cuesta ponerme en el lugar de las personas que lo son.
¿Tiene muchos amigos?
Son pocos, pero buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, honestidad. Que me acompañen y que me dejen acompañarlos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Alguna vez me han decepcionado, pero tiendo a darle más relevancia a todas las veces que me decepciono a mí misma.
¿Es usted una persona sincera? 
A veces demasiado.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Tengo un trabajo aparte de la escritura, así que la escritura ya es una parte importante de mi tiempo libre. Además de escribir, me gusta leer, correr, escuchar música, tocar, ver un partido o una serie, estar en buena compañía... Lo que tengo claro es que, efectivamente, ocupo hasta el borde mi tiempo libre.
¿Qué le da más miedo?
La maldad. El placer de hacer daño.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
No me escandaliza exactamente, porque no me sorprende, pero sí que me indigna cómo para los grupos de poder el mundo no es más que un tablero, y las personas tenemos un valor equivalente al de unas fichas de plástico.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Si no escribiera, creo que no podría pasar sin realizar algún otro tipo de actividad creativa. Por ejemplo, le dedicaría más tiempo a formarme en la música o la fotografía, que son artes que me encantan y de las que al menos ya tengo alguna idea. Estar alejada de lo creativo ya no sería para mí una vida, sería otra cosa.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Salgo a correr varias veces por semana. También voy al gimnasio. Cuando estoy en forma, suelo participar en carreras populares.                 
¿Sabe cocinar?
Sé preparar platos básicos. Tengo como tarea pendiente mejorar en este aspecto.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Leonard Cohen.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Horizonte, que puede entenderse como la representación gráfica de la esperanza. La esperanza la veo en sí misma como algo inútil, porque lo que se espera nunca llega o lo hace a destiempo o de otra forma. Pero sí es posible resignificarla como punto hacia el cual dirigirse. Aunque no se pueda tocar el objeto de esa esperanza. Igual que el horizonte.
¿Y la más peligrosa?
Progreso. Su connotación positiva es muy peligrosa: ¿progresar hacia qué? ¿Un progreso de la desigualdad, de la destrucción de la tierra, de la barbarie...? Con la tecnología de la mano, huimos para delante como sociedad sin poder volver atrás, sin ni siquiera poder pararnos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Espero no quererlo nunca.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
De izquierdas. Anticapitalista.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
A veces me gustaría cambiarme puntualmente por otras personas. O ponerme en la piel de algunas especies, y probar a ser, por ejemplo, una oveja o un pingüino. Pero, aunque pudiera hacerlo, no creo que me transmutase mucho; ya estoy bastante acostumbrada a mí misma.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El chocolate, el Real Madrid y el Deportivo, fotografiar aviones y memorizar datos inútiles.
¿Y sus virtudes?
Soy perseverante y paciente con lo que me propongo. Leal, sensible. Dicen que sé escuchar.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Me gustaría recordar a las personas que quiero para, aunque no sirva de nada, sentirme menos sola en ese momento, sea lo que sea que venga tras la muerte. Pero soy tan terca que es probable que gastase todos mis esfuerzos en tratar de sobrevivir, así que tal vez no visualizaría nada salvo una última página en blanco.
T. M.