sábado, 19 de octubre de 2019

Entrevista capotiana a Mario Blázquez


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mario Blázquez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Jerusalén, que, de hecho, es un lugar del que no se sale.
¿Prefiere los animales a la gente?
A la gente, confiando en que volviéramos a ser como los animales. 
¿Es usted cruel?
Me empeño en no serlo.
¿Tiene muchos amigos?
Seguramente, más de los que creo. Si hablamos del concepto “amigo”, cuantos menos van quedando por el camino, van ganando en calidad.  
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Nada en concreto, me gusta aceptar a la gente como es. Y si es diferente, mejor.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Si me han decepcionado, ya no son amigos.
¿Es usted una persona sincera? 
La sinceridad está sobrevalorada. Se puede evitar la sinceridad y no mentir, una cosa no implica la otra. Cuando alguien dice: “Voy a serte sincero…” es seguro que va a mentir.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Esta pregunta es complicada. Digamos que trato de ampliar cada vez más mi tiempo libre, por lo que en mi tiempo libre “trabajo” para tener más tiempo libre. Leer, cine, viajar, escribir, ver el primer capítulo de una serie imprescindible para abandonarla... Lo dicho, ganar tiempo libre.  
¿Qué le da más miedo?
La enfermedad y EE.UU.  
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Me escandaliza la censura de hoy en día. La censura de derechas y la de izquierdas. Lo extremista que es todo. Para cualquier buena acción, o buenas palabras, se encuentran argumentos con las que destruir. Todo es susceptible de resultar ofensivo.    
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Una vida contemplativa. No sé, lo que hago todos los días, luchar contra una vida asquerosa de oficina.    
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sobre todo, andar. Pilates, natación.
¿Sabe cocinar?
De hambre no moriría. Pero no sé si sería osado decir que sé cocinar.  
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A William Burroughs.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Ayuda.
¿Y la más peligrosa?
Sé que me repito, pero EE.UU.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
En este momento, la regeneración.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Por lo menos, tener la voz de Nick Cave.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Solo tres: ver películas, el café y comprar libros.
¿Y sus virtudes?
La virtud de nunca nombrarlas. Si las tengo, prefiero que me las digan.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Pues que, de repente, noto un impulso desde abajo que me sujeta los pies y me hace salir a la superficie y respiro. Luego descubro que es una sirena de algún poema de Hesíodo. Ha quedado clásico, ¿no?      
T. M.