Han dicho de ella que sus
libros son artefactos que retan al lector a cuestionarse multitud de aspectos,
que es capaz de crear textos híbridos en los que los géneros tradicionales se
difuminan, que sus apuestas literarias pretenden provocar o expresar denuncias
de tipo social, que, en definitiva, habla
sin pelos en la lengua. Y a veces, radiografiando nuestra historia común
reciente. En su novela ganadora, penetraba en el complejo, todo un tabú muchas
veces, mundo de la discapacidad intelectual, por parte de dos personajes que
compartían un piso tutelado. Dos mujeres que pese a sus limitaciones para la
inclusión en la sociedad afrontaban su situación con coraje, en medio de la Barcelona
menos amable: la okupada, la de los desahucios. Por eso es fácil pensar en
Cristina Morales –incluso ya desde su imagen personal– en alguien que pone
contra las cuerdas lo políticamente correcto, que marca con radicalidad sin
complejos su poética y estética narrativas. En ella, cómo no, hay una feminista
latente, y todo lo que escribe es punzante y arriesgado, como tiene que ser la
alta y moderna Literatura.
Publicado en La Razón,
23-X-2019