martes, 10 de diciembre de 2019

Entrevista capotiana a José Manuel Begines

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Manuel Begines Hormigo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Macondo o la cueva de Montesinos. O un lugar con mar. O con mucho cielo y árboles y pájaros.
¿Prefiere los animales a la gente?
Depende de para qué.
¿Es usted cruel?
Casi nunca. Solo a veces se me va la mano, pero me arrepiento conforme voy tomando conciencia de mi crueldad.
¿Tiene muchos amigos?
Muy pocos. Por exagerar, dos o tres. Aunque, por supuesto, conozco muchas personas a las que les tengo mucho aprecio.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Sentido del humor, amabilidad, lealtad, integridad, buena conversación... Por eso tengo tan pocos.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Supongo que no tanto como yo a ellos.
¿Es usted una persona sincera? 
Lo justo para sobrevivir en una sociedad tan falsa.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Prefiero no ocuparlo, para que siga estando libre. Pero como siempre tengo que hacer algo, me gusta aprovecharlo leyendo un buen libro o estando con mi familia.
¿Qué le da más miedo?
El paso del tiempo, la vejez, la soledad.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La falta de pudor para mentir en la vida pública o la sociedad del espectáculo, del selfie y de la autopromoción narcisista.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En realidad, no lo decidí, es una especie de esclavitud. Si no escribiera, querría ser agricultor a pesar de no tener muy buena mano para las plantas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Qué más quisiera yo. Caminatas cortas y ajetreo cotidiano.
¿Sabe cocinar?
Creo que sí. Me atrevo con cualquier receta. No siempre salen bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A mi padre. Era todo ternura y cariño.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Mañana.
¿Y la más peligrosa?
La manoseada, la que se emplea con un significado manipulado, la que se usa para engañar: paz, convivencia, igualdad, justicia... cualquiera de estas.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todavía no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Pues no lo sé. Me dejaría gobernar por Cervantes, Proust o Machado. Mis tendencias políticas son aquellas que ahondan en la verdad del ser humano y en sus verdaderas necesidades y, desgraciadamente, la política actual se preocupa mucho más por los falsos fuegos de artificio, que siempre lucen infinitamente mejor que una llama modesta.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Un escritor genial.
¿Cuáles son sus vicios principales?
La melancolía, la autocrítica, la falta de seguridad.
¿Y sus virtudes?
El estoicismo, quizá, o la capacidad de darles la importancia justa a las cosas buenas y malas que me ocurren. La conciencia de que todo es vanidad de vanidades.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Una mañana de sol otoñal. Árboles. Alboroto de pájaros de rama en rama. Mis padres, mi familia, mis amigos, mis hijos, mi mujer. Todos charlando divertidos. Mi mujer y yo adolescentes, cogidos de la mano. Oscuridad. Después un barco que se aproxima, un marinero en cubierta que me señala desde lejos y que grita, porque aún no es demasiado tarde, para que me lancen un salvavidas. Oscuridad. Después un hombre vestido de blanco, resplandeciente, con barba blanca. No sé si Dios o el capitán del barco.
T. M.