viernes, 31 de enero de 2020

Entrevista capotiana a Giordano Merisi


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Giordano Merisi.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Quedaría muy bien decir que me gustaría vivir para siempre en los libros. Pero la realidad es que una planta alta del Ritz de Madrid, cuando terminen de reformarlo, lo mismo me resultaba más agradable. Además me queda al lado de casa.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a muchos animales antes que a algunos indeseables, la verdad. Hay de todo.
¿Es usted cruel?
No lo creo, aunque tampoco creo que nadie se defina a sí mismo como cruel.
¿Tiene muchos amigos?
Después de publicar El rastro de la libélula, quizá tengo el mismo número de amigos que de enemigos. Y el problema es que mis enemigos tienen mejores contactos. 
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Que sean leales pero no me hagan la pelota. Si me tienen que decir la verdad a la cara, prefiero soportarla de un amigo. 
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Supongo que por eso continúan siéndolo.
¿Es usted una persona sincera? 
Trato de serlo, sí, aunque solo sea por darle un buen ejemplo a mis tres hijos. Por eso y porque soy pésimo mintiendo, me cazan siempre.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Cocinando, leyendo, viendo películas antiguas, aunque no quiero que suene esnob. Disfruto más “La profecía” que “Los 400 golpes”, y unos buenos spaghetti aglio, olio e peperoncino me resultan tan sabrosos como el plato más elaborado del restaurante de cinco estrellas.
¿Qué le da más miedo?
Que le hagan daño a mi familia.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
A estas alturas, nada. Quien más quien menos esconde algún fantasma debajo de la cama.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Podría trabajar echando casas abajo. Porque escribir es más destructivo que creativo. Uno se pasa más tiempo recortando, corrigiendo y borrando lo ya escrito que creando algo nuevo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Nado. En el agua no hay móviles ni se escucha prácticamente el ruido de fuera. Es muy relajante. 
¿Sabe cocinar?
Mentiría si dijera que no, y si no alardeara de ser un poco bueno en ello, caería en la falsa modestia.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
A Jerónimo Contreras. Pero es necesario leer El rastro de la libélula para saber quién es y por qué lo haría.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Los franceses llaman espoirs a sus equipos de categorías inferiores en cualquier deporte. Así, esperanza equivale a juventud. Eso lo dice todo. 
¿Y la más peligrosa?
Lo más peligroso, precisamente, es quedarse sin palabras.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, pero me gustaría saber qué se siente.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Soy de una izquierda atea, científica y razonable que no sé si está en peligro de extinción a estas alturas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Millonario.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Fumo, mis hijos dicen que parezco una chimenea. También bebo alcohol con casi todas las comidas.
¿Y sus virtudes?
La sinceridad, la lealtad y los buenos modales. Que nunca se pierdan ninguna de las tres, ni siquiera en los peores tiempos. 
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Se me pasaría todo aquello que estaba haciendo en vez de un curso de salvamento.
T. M.