En multitud de ocasiones, la deriva surrealista de ciertas obras teatrales o literarias ha impedido que el tiempo conserve sus creaciones, basada en un punto de vista absurdo y disparatado. Ese movimiento que acogía el inconsciente, los sueños, el lenguaje arbitrario, las imágenes fantásticas, el sinsentido, muchas veces es ya una antigualla curiosa, una extravagancia del pasado que se ha mantenido mal a lo largo de las décadas. Pero hay excepciones, claro está, como “Amanece, que no es poco”, que en sí misma constituye una obra de literatura surrealista mediante el guion de su director, José Luis Cuerda, y ella misma caladero de referencias directas o indirectas de corte libresco.
Cuerda publicó en 2013, en la editorial Pepitas de Calabaza, un libro dedicado a la película –ese mismo año vería la luz otro escrito suyo de título surrealista por completo como “Si amaestras una cabra llevas mucho adelantado”–, y la nota inicial iba encabezada por una cita de William Faulkner: «Sentada junto a la carretera, contemplando el carro que sube la cuesta hacia donde está ella, Lena piensa: “Vengo de Alabama: buena caminata. Todo el camino, desde Alabama, a patita: buena caminata”». Son palabras correspondientes a la novela del autor norteamericano “Luz de agosto”, novela por la que los habitantes del pueblo de la película sienten devoción. De hecho, el emigrante argentino Bruno dice estar escribiendo una novela idéntica a este gran clásico que se publicó en 1932, pero después, ante la vehemencia del personaje interpretado por Sazatornil por descubrir tal atrevimiento, confiesa que ha pensado en hacer otra cosa y que le está saliendo “Ada o el ardor”, de Nabokov, “pero sin querer”.
Tanta es la impronta faulkneriana, que el guion original del film, reproducido en esa edición mencionada, dice así nada más comenzar: “Montaña. Exterior. Noche. La luz incierta que precede al amanecer dibuja con dificultad los riscos y matojos del monte. Sube niebla del valle”. Un inicio con el protagonismo de la luz puramente literario, paisajístico, lírico. Porque los diálogos están escritos con la poesía de la imaginación más pura y libre, de modo que no extraña encontrarnos una obra de carácter coral llena de referencias culturales del siglo XX –pero también de Góngora–, con las voces de Antonio Machado, Federico García Lorca o César Vallejo que se asoman de un modo u otro en lo que dicen los personajes, casi se diría que pueblerinos y eruditos a partes iguales.
Asimismo, otra de las alusiones literarias disparatadas tendrán a Dostoievski como protagonista, en concreto cuando Jimmy, el personaje interpretado por Luis Ciges, tiene la intención de hablarle del autor ruso a Aurora, la mujer cuya hija es más vieja que ella, con intención de “hablarle de Dostoievski”, y el resultado de esa seducción literaria le lleva a pasar la noche con ella. Y sin embargo, la etiqueta que fácilmente colocamos a la película sería contradicha por el propio Cuerda, que dijo que lo suyo no era surrealismo, lo creía firmemente, aseguraba, “sino pegarle un revolcón a la lógica, fajarse con ella cuerpo a cuerpo y retorcerle el pescuezo hasta que vomite sus últimos argumentos”.
Publicado en La Razón, 5-II-2020