lunes, 2 de marzo de 2020

Entrevista capotiana a Blas Malo


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Blas Malo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Ya estamos todos encerrados. No podemos salir de la Tierra, que por cierto es maravillosa y es la única que tenemos. Pero si la pregunta va por una edificación, elegiría el Museo Británico.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero a la gente. Los animales son esclavos y además no puedo hablar con ellos sobre el imperio bizantino.
¿Es usted cruel?
Mucho menos que mi admirado rey Pedro de Castilla, que no tuvo culpa de poner  firme a mucho noble soberbio.
¿Tiene muchos amigos?
Los justos. La amistad está sobrevalorada. O más bien, no es eso tan superficial que se entiende por amistad hoy en día.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Primero que sean decentes y tenga honor y palabra; luego fidelidad. Si se puede, además, que se atrevan a leer mis libros.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Los que tengo no me decepcionan, y los que me decepcionaron dejaron de serlo.
¿Es usted una persona sincera? 
Los escritores mienten. Aparte de ingeniero soy escritor.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leo y escribo, claro. Y si puedo, visito enclaves históricos y me voy al monte a realizar excursiones arqueológicas.
¿Qué le da más miedo?
Perder la esperanza. Porque sería mi fin.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La recompensa sin esfuerzo y el ansia de medallas ajenas. Y la mentira, sobre todo la mentira. Faltan guillotinas.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Hay un historiador en mí, que, ahora que lo piensa, le gustaría ser un profesional de la Historia y no un solo un entusiasta.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
¿Sabías que pensar consume el 20% del gasto calórico de nuestro cuerpo? Escribir es pensar, y mucho. Mi hijo pequeño ya me obliga a seguir su ritmo. Tengo suficiente con eso si no puedo ir de excursión.
¿Sabe cocinar?
Como lo que cocino, si te refieres a eso. A algunos también les gusta. La fabada me sale bien.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
El problema es el adjetivo. ¿Inolvidable para el público en general, o para mí si me tropiezo con él en mis documentaciones? Elijo a mi criterio: Tolkien.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Hijo.
¿Y la más peligrosa?
Olvido.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Todos los días engraso la guillotina. Al final me conformo con escribir sobre ello con otros nombres. O no.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Los escritores mienten. Un partido de escritores lo haría bien; es lo que hacen los políticos.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Científico pero en EEUU; aquí en España destacar e investigar está mal visto. Es horroroso y de vergüenza lo poco que se paga a un científico doctorado en España. Desde aquí mi denuncia.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Soy un mentiroso, ¿no te lo he dicho antes?
¿Y sus virtudes?
Los escritores mienten, sí. Pero ojo: no mienten todo el rato. Ahí meto el dedo en la llaga. En los libros algunas ficciones claman verdades como puños.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Mi hijo, mi mujer, mis libros. Es cruel morir cuando uno no quiere, sino cuando otros quieren, o cuando la decadencia del cuerpo obliga.
T. M.