domingo, 8 de marzo de 2020

Entrevista capotiana a Brenda Navarro


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Brenda Navarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Tengo un sueño recurrente en el que estoy en una silla mecedora de color verde, frente a una especie de laguna y es en ese lugar donde muero. Me gustaría vivir ahí, saber que he llegado a mi destino final.
¿Prefiere los animales a la gente?
Le tengo demasiado respeto a los animales como para domesticarlos, sin embargo, es esta domesticación, la interacción,  el lenguaje común, lo que me hace preferir convivir con humanos.
¿Es usted cruel?
Tengo la firme creencia de que todas las personas lo son. Sí, y  desafortunadamente somos más crueles con las personas que amamos.
¿Tiene muchos amigos?
¿Cuántos son muchos? Tenga los suficientes, siempre hay espacio para más, pero creo que conforme nos vamos haciendo más adultos, es más difícil aceptar los errores o manías de las demás personas.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad, empatía y grandes conversaciones.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
No. Trato de aceptar las personas y las circunstancias como son, no creo que andemos por la vida queriendo decepcionar a nadie, sólo son circunstancias que  suceden y la lealtad y empatía son las que permiten que la amistad persista.
¿Es usted una persona sincera? 
Considero que sí, lo que pasa es que suelo reservarme muchas de mis opiniones, a menos que me las pregunten de manera explícita.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Me gusta mucho soñar despierta. A veces estoy soñando despierta y me interrumpe la vida, muy desagradable.
¿Qué le da más miedo?
No valerme por mí misma.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La búsqueda eterna de la felicidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
¡Sigo sin decidir ser escritora! De esto no se vive. De regresar el tiempo me hubiera gustado ser neuróloga.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Hace poco descubrí la remadora y me encanta. No sólo me ayuda a ejercitarme sino que me ayuda a concentrar mis ideas.
¿Sabe cocinar?
Eso creía hasta que empecé a ver programas de cocina y me he enterado que no sé nada. Me sale bien el arroz con leche y mi pareja me dice que sé asar muy bien la carne.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Me encantaría escribir sobre Moms Mabley.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Quiero.
¿Y la más peligrosa?
Olvídalo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, me enojo fácil pero me calmo pronto.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Una que reconfigure el concepto de Estado-nación,  elimine fronteras y  respete a la infancia.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Me gustaría ser una guitarra.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El azúcar. Malditas empresas de comida procesada.
¿Y sus virtudes?
Siempre creo que se puede más, de todo.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Es una de mis peores pesadillas el ahogarme. Creo moriría muy enojada de que justo, de esa manera es que morí.
T. M.