lunes, 1 de junio de 2020

Entrevista capotiana a Carolina Pobla


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carolina Pobla.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Algún lugar en la montaña con espacio para perder la vista en el infinito, un trozo de tierra para un huerto, cuatro animalitos y una red de caminos por los que poder pasear. A ser posible con buena conexión de internet. Pero echaría de menos ver el mar de vez en cuando y también viajar. Doy por supuesto que la gente que quiero sí podría entrar.
¿Prefiere los animales a la gente?
Prefiero las dos cosas.  Aunque es verdad que hay algunos animales que me gustan más que muchas personas. 
¿Es usted cruel?
No creo. A veces me entran ganas de arremeter contra ciertas actitudes, pero es más una cuestión de ira que de crueldad, y consigo controlarlo hasta que se disipa. Tengo que reconocer que con los mosquitos no tengo piedad.
¿Tiene muchos amigos?
Estoy recogiendo los frutos de muchos años de siembra.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Los amigos llegan a nuestra vida en el momento más insospechado. Algunos pasan de largo y otros se quedan por razones inexplicables. Todos tenemos el amigo pesado, el impresentable, el de otro equipo u otra ideología… incluso alguno al que no sabemos por qué queremos. Si tuviéramos que escoger a nuestros amigos por sus cualidades, a lo mejor no tendríamos ninguno.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A estas alturas ya no. Pueden tener comportamientos extraños o no estar en el mismo momento vital que yo. Pero he aprendido a entender. Creo que si no esperas nada, todo lo que llega son sorpresas.
¿Es usted una persona sincera? 
A veces demasiado y eso suele traer problemas. La experiencia me ha enseñado que es mejor callar antes que hacer daño. Me cuesta mucho mentir.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
No me da la vida para tantas cosas como tengo que hacer. Soy hábil con las manos y me gusta practicar el arte de la aguja en todas sus diversidades. También me gusta ver series y películas por la televisión. De hecho suelo hacer las dos cosas al mismo tiempo. Me encanta viajar. Disfruto con las buenas conversaciones.
¿Qué le da más miedo?
Cualquier mala cosa que pueda pasarle a las personas que quiero. Estoy aprendiendo a luchar contra él, porque impide hacer muchas cosas.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
La intransigencia. Y la cantidad de dinero que se gasta de forma inútil para favorecer a unos cuantos, habiendo tanta gente que lo necesita.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
Cuando era pequeña y me preguntaban qué quería ser de mayor, yo siempre contestaba “cantante de ópera, aunque sea gorda”. Para mi desgracia no me fue concedida una bonita voz. De todas formas yo he llegado al mundo de las letras de forma tardía, así que he tenido la oportunidad de dedicarme a la danza durante más de treinta años, sobre todo en el ámbito docente. Y tengo que decir que me ha dado muchas satisfacciones.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Después de bailar toda mi vida el cuerpo ha empezado a pedirme explicaciones. Ahora camino.
¿Sabe cocinar?
Se me da bien. Sobre todo la repostería.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
¿Inolvidable para quién? Si fuera para mí hablaría sobre mi madre, todo un personaje que se ha perdido para la historia. Si fuera para el mundo quizá Hedy Lammar, una gran científica escondida tras una gran actriz.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Toma. Si todo el mundo diera a nadie le faltaría nada.
¿Y la más peligrosa?
Dame. Hay una tendencia general a querer más y más. Llevada al extremo ya no importa pisar cadáveres. Y ya hay demasiada gente que la lleva al extremo.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No. Cuando alguien me hace daño prefiero apartarlo de mi vida. Entiendo que en pleno estado de ofuscación alguien sea capaz de hacerlo.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me vale cualquiera con espíritu constructivo, que respete el pensamiento de los demás y no se dedique a poner palos en las ruedas de nadie.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Una ballena. Es el único animal que si no es libre es porque está muerto. Y además canta muy bien.
¿Cuáles son sus vicios principales?
Me pierden las chucherías. El té. La cerveza. Y algunos otros inconfesables.
¿Y sus virtudes?
La capacidad de adaptación. Suelo ser optimista y muy constante. Me cuesta poco arrimar el hombro.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? 
No tengo ni idea. Y espero no tener que averiguarlo nunca. Por eso no me baño en ningún lugar en el que no haga pie.
T. M.