domingo, 5 de julio de 2020

Entrevista capotiana a Arturo San Agustín


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Arturo San Agustín.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Sin duda Roma. O Sóller.
¿Prefiere los animales a la gente?
Como soy una persona prefiero a determinadas personas. A los animales los respeto tanto que deberían vivir en libertad. La correa es para mí una imagen de esclavitud. Entiendo, pero no comparto la idea, que para acabar con los problemas que plantea la soledad es útil  comprar o adoptar un animal, que unos llaman de compañía y otros, menos sensibles, mascota. Sobre la castración de animales, no solo en perros y gatos, apenas se habla. Además conviene no olvidar que la tenencia de animales, una moda urbana reciente, me refiero a España, se ha convertido en un gran negocio. Para algunos no se trata, pues, de amor sino de euros.
¿Es usted cruel?
No, no me considero cruel. Sí soy incapaz de callarme cuando alguien intenta someterme. Sé que la vida es una lucha, pero yo nunca he atacado solo me he defendido. Mi lema siempre ha sido el mismo que practicaba cierto griego clásico: camino y olvido.
¿Tiene muchos amigos?
Tengo muy pocos amigos. Creo que quien presume de tener muchos amigos quizá no sabe lo que es un amigo.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Tal vez la lealtad. El sentido del humor, que es simplemente inteligencia, también se agradece. Un amigo no es aquel que te consuela en los momentos difíciles sino el que se alegra de tus pequeños éxitos. Consolar es tan sencillo como reírte con alguien en determinados momentos felices.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Mis pocos amigos nunca me han decepcionado porque sé cómo son y nunca he intentado mejorarlos. También ellos saben cómo soy yo.
¿Es usted una persona sincera? 
Excesivamente. Pero en esto no pienso rectificar.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Leyendo y escribiendo. Así, en este orden.
¿Qué le da más miedo?
La decrepitud física.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Ya no me escandaliza nada. Además para escandalizar se ha de ser muy inteligente. Muchos no escandalizan solo intentan llamar la atención.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
La palabra creatividad ya no quiere decir nada. Los únicos y verdaderos creativos son los ingenieros. No sé, me dedicaría a viajar, que es algo que me ha regalado el periodismo. Y entiendo que solo se viaja cuando uno busca un objetivo. Todo lo demás es moverse.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
No. Camino. Solo eso.
¿Sabe cocinar?
No.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
De los personajes que he conocido, Federico Fellini.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
La palabra esperanza es solo eso: una palabra. Yo creo en los objetivos. La vida te enseña que no hay que tener esperanza, eso que llamamos esperanza, porque te inmoviliza.
¿Y la más peligrosa?
Promesa es, para mí, la palabra más peligrosa.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Nunca he querido matar a nadie.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Me considero un sencillo anarco-conservador.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Ya no me planteo nada. Creo que nunca me he planteado ser otra cosa que lo que soy. Y me considero una persona afortunada. En lo importante creo que he tenido suerte.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El vicio, como la virtud, son inventos religiosos. Otra cosa son  ciertas conductas adictivas y autodestructivas. Creo, pues, que no he tenido vicios.
¿Y sus virtudes?
Tampoco tengo virtudes. Solo intento ser coherente.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Lo primero que pensaría es por qué no aprendí a nadar.
T. M.