jueves, 17 de septiembre de 2020

Entrevista capotiana a Alberto Rojas


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Alberto Rojas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
La isla de Paros, en mitad del Egeo. Tiene todo lo que necesito para ser feliz.
¿Prefiere los animales a la gente?
No todavía, pero voy camino de preferirlos.
¿Es usted cruel?
Aunque no es mi naturaleza, hay veces que tengo que obligarme a ser cruel, aunque sea un poco
¿Tiene muchos amigos?
Tengo un puñado de amigos, pero muy fieles. De esos que se dejarían abrir la cabeza por mí.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad. Comprensión. Empatía.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
A estas alturas nos conocemos bien, y ese conocimiento hace que te decepcionen poco.
¿Es usted una persona sincera? 
Cada vez más.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Si el tiempo es verdaderamente libre prefiero no hacer nada. Reivindico el placer de aburrirse.
¿Qué le da más miedo?
La gente enfadada fuera de control. La turba.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que los políticos nos traten como a niños pequeños.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
En realidad nunca pensé ser escritor. Ni siquiera ahora, tras escribir esta novela, me considero un escritor. Soy un reportero que ha escrito una historia de espías. Tengo demasiado respeto por los escritores profesionales como para considerarme uno de ellos. 
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Sí. Una hora de crossfit a diario y un buen paseo con mi perra Creta. A veces, de 10 a 15 kilómetros si tengo tiempo. El ejercicio físico es imprescindible para mí si luego quiero escribir.
¿Sabe cocinar?
Poco. En el confinamiento me atreví con dos o tres cosas más complicadas y no me quedaron mal, pero me pasa lo mismo que con lo de escritor. Tres platos no hacen a un cocinero.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Winston Churchill.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
No sé si tiene que ver con la esperanza, pero me gusta mucho la palabra "golosina".
¿Y la más peligrosa?
Psicópata.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
No, de momento.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Depende del día. Pero ninguna opción que incluya el nacionalismo en su ideología, sea del tipo que sea.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Cualquier cosa que te permita mantener la pasión con lo que haces. Si encima te pagan, ya es la hostia. Siempre me hubiera gustado ser fotógrafo, pero haciendo fotos soy bastante peor que escribiendo.
¿Cuáles son sus vicios principales?
El queso, las coctelerías, la comida picante, el vino tinto, el café, el chocolate blanco.
¿Y sus virtudes?
Intento dar lo que ofrezco. Una vez que la gente entra en mi círculo, imagino que descubre que no soy el tipo serio que parezco, y que puedo llegar a ser divertido. También intento no fallarle a los buenos amigos. Porque ellos no me han fallado a mí. Creo que tus amistades te definen y yo estoy muy orgulloso de las mías.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Imágenes de mi mundo, mi pueblo con los colegas, mis padres, a mí jugando a baloncesto con 14 años, la primera vez que entré en el periódico en el que trabajo desde hace 19 años, las juergas de los 90 en la universidad, el primer beso con una chica...
T. M.