En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se
entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que
sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora,
extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la
que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ruth M. Lerga.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?
Si puedo
elegir en sentido figurado, es sencillo: mi cabeza. Allí no es que vaya donde
quiero, es que puedo ser quien me apetezca: esclava, cortesana, sufragista,
científica o presidenta del país, si así lo deseo. Si tuviera que elegir un
lugar real, con toda probabilidad escogería Londres. Es una ciudad que me atrae
muchísimo desde la niñez: sus calles (a pesar de la pobreza arquitectónica),
sus gentes, los teatros y museos, los parques, el Támesis… Aunque estoy
convencida de que acabaría harta al poco tiempo, soy bastante inquieta y
necesito, además, la luz del mediterráneo. Pero bueno, para volver al mar y al
cielo azul viajaría dentro de mi mente desde Londres, supongo.
¿Prefiere los animales a la gente?
Jajaja,
esa es, para mí, una pregunta trampa: tengo alergia al pelo y a la saliva de
casi todos los mamíferos: gatos, perros, conejos, hámsters… así que sí,
prefiero la compañía humana a la opción de un pez o un camaleón.
¿Es usted cruel?
No. Mis
personajes pueden tener un punto cruel en algún momento; o mis historias, pero
no tengo la capacidad de ser cruel. Es cierto que nunca me han hecho un daño
tal como para saber hasta dónde llegaría mi dolor y deseo de venganza, pero
puedo presumir, hasta la fecha, de no haber hecho daño a nadie de manera
intencionada. Borra lo de «presumir», que así me ha ido a menudo (!).
¿Tiene muchos amigos?
Tengo
muchísimos conocidos de cuya compañía disfruto y estoy rodeada de una familia
enorme que me quiere. Para contar a los AMIGOS, así con mayúsculas, necesito de
ambas manos. Así que sí, supongo que soy
una privilegiada.
¿Qué cualidades busca en sus amigos?
Lealtad y
honestidad. Soy muy empática, así que me es sencillo (demasiado, a veces)
ponerme en el lugar de otra persona y justificar sus errores. Entiendo que
todos tenemos defectos —mi lista es grande— pero mientras los engaños no formen
parte de la relación, todo va bien.
¿Suelen decepcionarle sus amigos?
Solo una
vez, y supuso un cisma irreconciliable para ambas partes. Pero era una amistad
que duraba treinta y cinco años y que, mirando ahora en retrospectiva, llevaba
años en precario. Supongo que todos salimos algo decepcionados de aquel suceso.
¿Es usted una persona sincera?
Soy muy
honesta, no entiendo el engaño. Cuando una persona es adulta, coherente y
consecuente, no necesita mentir. Puedo equivocarme, todos lo hacemos, pero
asumir un error no es motivo de humillación, y no debo guardármelo si afecta a
alguien importarte para mí. Como ves ya no te hablo de una mentira directa,
sino también de engañar o eludir la verdad. Lo detesto.
¿Mentiras
piadosas? Alguna. Una cosa es la sinceridad y otra el «sincericidio», no es
necesario infligir dolor gratuito.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?
Escribiendo,
leyendo y bailando. Es curioso porque los dos primeros son gustos solitarios,
mientras que el tercero implica interacción.
Y rodearme
de vez en cuando de los míos alrededor de una mesa bien llena.
¿Qué le da más miedo?
Morir
sufriendo. Tuve una parada cardíaca hace unos años y me marcó muchísimo, hasta
entonces nunca había pensado en la muerte (¡siempre se es joven para eso!),
pero desde aquel día… Pido que sea sencillo.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice?
La
aceptación de la corrupción. En este país parece lógico que el poder corrompa.
No es que se acepte, es que parece normalizado eso de «claro, si yo estuviera
en tal puesto, también lo haría». Me sangra el hígado, me sulfuro, me entran
todos los males… me «todo».
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho?
Banca. Es
el trabajo que he realizado durante casi veinte años y me encanta. Cero
creativo, lo sé, pero lo disfruto. Tal vez tenga un punto cruel escondido,
jajaja.
Un amigo
bromea con que soy una poeta escondida en un banco.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico?
Lo
intento, juro que lo intento. Así que un par de veces al año comienzo algo que
dejo a las cuatro o cinco semanas. Si viera mi casa dirías que es la de una
mujer que adora el deporte: ropa y cazado, pesas y gomas, un stepper, cuerda…
pero soy vaga e inconstante para el deporte. Imagino que sentirme a gusto con
mi cuerpo es el pretexto, como si el ejercicio fuera una cuestión de estética y
no de salud…
¿Sabe cocinar?
Está feo
decirlo pero sí, y bastante bien. Aunque tiro de robot de cocina a menudo, por
comodidad, me gusta la gastronomía en general y cocinar me relaja. Desde algo
básico hasta platos elaborados o exóticos.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?
Clara de
Campoamor, últimamente tengo la vena política y feminista a flor de piel y esa
SEÑORA me parece una heroína, una adelantada a su época a la que mucho debemos.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza?
Ilusión. Manida,
pero es la ilusión la que mueve el mundo, ¿no es cierto?
¿Y la más peligrosa?
Rencor. A
cualquier nivel.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien?
Jajaja,
cuando estaba casada (y aún enamorada de él) solía bromear con que nunca había
pensado en divorcio, pero en asesinato casi a diario. Después me divorcié y,
oiga, ni tan mal.
¿Cuáles son sus tendencias políticas?
Mi abuela
bromeaba con que era «rojilla de oídas». Soy de izquierdas, moderada. Si el 0
fuera la izquierda más radical y el 10 la derecha también extrema, creo que
estaría en el 3,5. No entraré en detales, porque me gusta la política, veo
cosas que no me están gustando y podría hacer aquí un tratado (sesgado, pero
mío) de mil páginas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Política o
diplomática. Todos los trabajos importan, todos, no soy elitista o tecnócrata.
Opino lo que le da valor a lo que hacemos es nuestra profesionalidad (y la
ilusión que le pongamos a nuestra labor, claro). Pero tengo un familiar que ha
sido ambas cosas (trabajó para la la ONU y ahora es alcalde) y me da la
sensación de que su vida, su trabajo, puede marcar diferencias.
¿Cuáles son sus vicios principales?
¡Tengo
terror a los vicios! Soy una persona adictiva, así que huyo de todos ellos…
Pero de
los vicios buenos… una siesta corta pero intensa, un buen vino un par de veces
al año, leer algo que me enganche y un largo e inofensivo etcétera. Ah, y un
pecado ya confesado: soy vaga e inconstante cuando me falta motivación.
¿Y sus virtudes?
Creo que
las personas. Lo considero mi mayor virtud y será, con absoluta certeza, mi
mayor fuente de decepciones y de sensación de fracaso.
Pero sigo
creyendo en la humanidad como conjunto.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Espero que
la última de esas imágenes fuera la cara sonriente de mis sobrinas. Por lo
demás, bracearía hasta ese último instante sin pensar en nada más. No sé
hundirme.
T. M.