lunes, 7 de diciembre de 2020

Entrevista capotiana a Amara Castro Cid

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Amara Castro Cid.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Vigo, aunque creo que la clave no es dónde sino con quién.

¿Prefiere los animales a la gente? Los animales me chiflan, especialmente los perros, pero crecí cantando “Viva la gente” en cada excursión de la infancia y eso tiene que marcar, supongo.  

¿Es usted cruel? Espero que no.

¿Tiene muchos amigos? Sí, soy muy afortunada en la amistad.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Calidad humana.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, al contrario, son un apoyo incondicional.
¿Es usted una persona sincera? Sí, todo lo que puedo, a veces demasiado. “Las mentiras son para los cobardes”, dice un personaje de El tiempo suficiente, y creo que tiene razón. Claro que, en ocasiones puntuales, soy cobarde y miento, como todo el mundo, porque soy humana, pero creo firmemente que decir la verdad suele ser la mejor opción.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo, leyendo o simplemente disfrutando de la compañía de mi familia o de mis amigas.

¿Qué le da más miedo? Físicamente, las cucarachas me paralizan. Emocionalmente, estoy en una etapa de la vida y de la historia de la humanidad en la que es difícil gestionar tantos miedos nuevos. Mis padres se hacen mayores, mis hijas pronto abandonarán el nido, hay una pandemia imparable azotando al mundo…  También empiezo a ser consciente de que cada día es un préstamo, un regalo que pasa de largo y no vuelve más, así que me aterroriza no saber aprovechar al máximo el tiempo que me quede por aquí.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Saber que hay seres de mi misma especie que disfrutan haciendo daño a los demás.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Fui profesora de Español en Portugal durante varios años. Pude hacer muchas cosas buenas por mis alumnos. Quizá no les haya dejado muy claro el uso del Pluscuamperfecto de Subjuntivo (lo cierto es que me importaba bastante poco el programa oficial de la asignatura). De lo que sí estoy segura es de que he puesto mi granito de arena para que ahora caminen por el mundo con la cabeza bien alta llevando como bandera el respeto hacia sí mismos y hacia los demás. La docencia es una profesión que me aporta tanta satisfacción como la escritura.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Menos del que debería. Es una eterna asignatura pendiente, una de esas cosas que te repites cada día: “Tengo que hacer más ejercicio. Bueno, mañana empiezo.”

¿Sabe cocinar? Sobreviviría en caso de necesidad. Aprobado raspado en Cocina. Me gusta cocinar, pero no disfruto tanto dando de comer como disfruto dando de leer.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Tara Westover, de Una Educación, su historia es tremendamente desgarradora y positiva al mismo tiempo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Vida.

¿Y la más peligrosa? Fin.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? A ver si cuela una respuesta a la gallega: ¿Por qué me lo preguntas?

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un ángel.

¿Cuáles son sus vicios principales? Los libros y el Colacao.

¿Y sus virtudes? La honradez, la perseverancia y la empatía.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?  Muchas. La mayoría son momentos muy felices. Estoy rodeada de gente que me quiere y a la que quiero. La banda sonora está compuesta de risas. Me ahogo, sí, pero ya nadie me quita lo bailao.  

T. M.