martes, 12 de enero de 2021

Entrevista capotiana a Nicolás Linares

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nicolás Linares.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me gustaría un bosque que ojalá lo tenga todo. Agua, montaña y animales. Como en una fábula.

¿Prefiere los animales a la gente? Obviamente a los animales.

¿Es usted cruel? No me considero una persona cruel. Eso sí, puedo ser cortante y rígido.

¿Tiene muchos amigos? La vida me ha enseñado que tengo muchos conocidos y pocos amigos. Pero con certeza en el corazón, los que tengo, los cuido, los cultivo y confió en su amistad.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Honestidad, solidaridad, cariño, apoyo y buen humor.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Siempre que me he sentido decepcionado de alguien, con el tiempo me he dado cuenta que la decepción ha sido mi responsabilidad. Trabajo a diario para fortalecer mi autoconfianza.

¿Es usted una persona sincera? No estoy seguro. Pero me gustaría serlo. Principalmente, trato de no mentirme y estoy en constante chequeo de que mi sentir, mi pensar, mi actuar y mi decir, mi palabra, estén de acuerdo. Que estén en armonía. Es un rollazo, se me va la vida en ello como dice Silvio.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy padre de familia. El “tiempo libre” son unas horas al final del día. Muy escazas, no es queja. Medito, hago artesanía que se me da muy bien, veo una que otra película.

¿Qué le da más miedo? En general no me considero miedoso. Pero siento ansiedad y tristeza de ver la inconciencia y desconexión que como humanidad tenemos con nuestra casa, planeta, madre. Es desconcertante porque la vida debería de organizarse en torno a la sobrevivencia y no en torno a la destrucción, como hoy día sucede.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La ignorancia. Hoy día no es falta de acceso… es pereza y desidia. Pero la información esta y una abrumadora mayoría no quiere saber nada de nada. No quiere ver. La verdad los aterroriza al punto de querer ser sedados por la cultura de la banalidad. Las masas se han rendido.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Creo que el instinto me hubiera llevado a trabajar en el campo de la biología. Pero también es muy probable que, en una época de mi vida, que ya dejé atrás. Me hubiera terminado de refundir y no estoy seguro de que hubiera podido encontrarme, sin la dirección filosófica, como brújula y el mapa que las palabras me dieron para encontrar mi camino.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino cuando puedo. Acampo en la montaña si el clima lo permite y tengo un hijo de 7 años que me exige mínimo una milla en scooter a diario. Me encantaba montar patines, skate board y jugar futbol, pero una lesión en las rodillas me obligo al retiro temprano.

¿Sabe cocinar? La pandemia me ha enseñado a ser recursivo en la cocina. Mi pareja diría que sí, creo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Tomaría la oportunidad para hablar de Manuel Quintín Lame. Indígena colombiano, líder social y revolucionario que vivió una niñez llena de pobreza y carencias, pero que se hizo desde la necesidad y la gallardía. Luchador incansable y valiente por los derechos de los suyos, la justicia y la libertad.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Onirismo. Las posibilidades son infinitas.

¿Y la más peligrosa? Culpable. Como si quien lo pronunciara, no lo fuera.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero me duro lo que la rabia y ya. Creo que es parte del madurar. Para poder crecer uno tiene que llegar a entender, que, si quiere ser aceptado, tiene que aceptar. La tolerancia es difícil, pero necesaria. La idea es que, en este mundo, quepan todos los mundos. En ese orden de ideas…la muerte no tiene cabida. Más claro, la muerte no es un castigo. Es una liberación.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Yo no creo en sistemas políticos. Siento mucha admiración por las maneras de la organización social en que mis antepasados americanos, vivían su vida. La tendencia a la que me afilio es la contemplación de la madre, la organización de la vida en base a lo que llamamos la ‘Ley de Origen’, organizarse en reflejo del cosmos.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Soy múltiples yo. Cambio pañales, cultivo vegetales, pinto paredes, tejo mochilas y hago fogatas. No me cambio. Estoy abierto a aprender más cosas que hacer y ser.

¿Cuáles son sus vicios principales? No me considero una persona viciosa. Disfruto de muchas cosas, pero no se interponen en mi vida o me crean problemas más allá de los conflictos de la normalidad.

¿Y sus virtudes? Siempre he intentado infructuosamente de organizarme. He mejorado. La virtud es no renunciar al intento.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Seguro la infancia completica. Mi papa, mi mama, mi familia.

T. M.