viernes, 1 de enero de 2021

Entrevista capotiana a Rodrigo Costoya

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rodrigo Costoya.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En el infierno. No es cierto, pero seguramente sea lo que acabe pasando.

¿Prefiere los animales a la gente? Primero, para qué elegir si se pueden tener ambos. Segundo, una disyuntiva inexistente es una trampa para el entendimiento. Tercero, preguntar sobre zoofilia es de muy mal gusto.

¿Es usted cruel? Mucho más de lo que me gustaría admitir, pero mucho menos de lo que algunos se merecen. Nuestra crueldad será juzgada con dureza en el futuro, como nosotros juzgamos la de los que nos precedieron.

¿Tiene muchos amigos? Esa es una palabra muy grande que necesariamente debe abarcar un número mínimo de personas. Quien no lo crea así probablemente tenga el contador a cero.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Ninguna. Ni busco amigos tampoco. Simplemente surge. La amistad no va de cualidades. Es una conexión, sin más. Como mucho, tiene que ver algún tipo de afinidad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Normalmente no, aunque alguna vez ha pasado. En función de lo sucedido después hemos seguido siendo amigos o no. Amistad y decepción no sostienen asociación duradera.

¿Es usted una persona sincera? Me he ganado el derecho de serlo, y no ha sido fácil. Es algo que requiere tomar decisiones. Pero sí, hoy no tengo por qué mentir a nadie. Es algo bueno para los demás pero sobre todo para mí. Es libertad en estado puro.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? De mil maneras. Deporte, descanso, lectura, bares, teatro, música, tiendas, viajes. Amigos, familia. Aunque lo que más hago es escribir. Ya me gusta menos contestar entrevistas…

¿Qué le da más miedo? Sufrir.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Acabo antes diciendo lo que no, aunque soy rotundamente optimista.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Arrepentirme. Pero vamos, que hago mil cosas más. Entre ellas mi profesión, la educación. Eso sí que es llevar una vida creativa…

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cada día. Es una necesidad y una forma de vida. Además de mi otra vocación, claro.

¿Sabe cocinar? No creo que pueda presumir de ser un gran cocinero, pero desde luego me encanta. Es un arte maravilloso. De los que hacen que la vida valga la pena.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi madre.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Educación.
¿Y la más peligrosa? Cualquiera que fomente el odio entre las personas de alguna manera.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Rara vez no.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Como no tenemos páginas para lo que implicaría esto, digamos que todo giraría en torno a la justicia social.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un poema de Alba Cid.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soñar, las personas y la cerveza.

¿Y sus virtudes? Soñar, las personas y la cerveza. Esas tres son las primeras. Luego, también soy muy exigente conmigo mismo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Dudo que estuviera yo “dentro del esquema clásico”. Seguramente me acordaría del tiempo que invertí en contestar alguna que otra entrevista.

T. M.