domingo, 7 de febrero de 2021

Entrevista capotiana a Fernando Olmeda

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Fernando Olmeda.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una casa grande frente al mar, con todas las comodidades actuales y en la que todo fuera grande: La piscina, el jardín, la biblioteca, la cocina, la sala de cine y música, la sala de trabajo artístico... Una casa abierta a cualquier persona que quisiera visitarme. En mi novela “A seis pasos de ti” hay una casa en Almería que se parece. En cuanto a ubicación geográfica, y por hacerlo fácil, un territorio con clima cálido, probablemente frente al Mediterráneo.

¿Prefiere los animales a la gente? No conecto bien con los animales, pero la gente, así en general, me da pereza... Una buena persona con un labrador puede ser una combinación ideal.

¿Es usted cruel? Quizá lo he sido muchas veces de manera inconsciente, como daño colateral de comportamientos bienintencionados. Aprovecho para disculparme ante quienes me sufrieron.

¿Tiene muchos amigos? Como decía Josep Pla, hay “amics, coneguts y saludats”. Amigos, pocos. Conocidos y saludados, muchísimos. La mayoría fueron importantes en un momento concreto del camino y luego eligieron otro rumbo. En la mayoría de los casos terminamos siendo tan prescindibles en sus vidas como ellos en las nuestras. Una pena que la memoria sea tan frágil, que se valore tan poco aquel tiempo compartido.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No las busco, las tienen. Me quieren tal y como soy, y eso tiene mérito. Me dan confianza, me confieso, me hacen sentir bien... y me hacen reír muchísimo.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? “Placeres espantosos y dulzuras horrendas”, escribió Baudelaire. “Amigos que decepcionan” es un oxímoron en toda regla, y no funciona. Como he dicho, terminan decepcionando los otros, pero es lo habitual, ley de vida.

¿Es usted una persona sincera? Creo que lo soy. Y creo que me doy tanto, ofrezco tanto de mí, que a veces digo alguna palabra más de la cuenta y entonces... Desde luego, tanta sinceridad no es útil en contextos profesionales, con frecuencia conviene estar callado, dar rodeos, hacerse el tonto... Yo prefiero ser sincero, y cargar con las consecuencias, a dar la razón para salvar el pellejo o hacer méritos.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Nunca tuve tiempo libre. No entiendo el concepto. La vida se conjuga en presente continuo.

¿Qué le da más miedo? Que una enfermedad grave merme mi autonomía vital.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La hipocresía del discurso público, la deslealtad, aquellos que creen estar en posesión de la verdad, la gentuza que camina con piel de cordero, el narcisismo general, el “si te he visto no me acuerdo”, la ultraderecha, el postureo, los campos de refugiados, la violencia cotidiana y a gran escala, las desigualdades, la destrucción consciente del planeta... Cierto es que a estas alturas casi nada me sorprende, pero me preocupa la dinámica del mundo, la contaminación general que están heredando las nuevas generaciones. 

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me habría gustado ser lo que suele denominarse “artista integral”. Como Luis Eduardo Aute, o Leonardo da Vinci.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Fútbol hasta los cincuenta y seis, aunque las rodillas pasan factura. Ahora, algo de natación y caminar. La pandemia nos quita las ganas de hacer cosas, pero hay que levantar el ánimo. Ahora, cuando acabe la entrevista, saldré un rato en bici.

¿Sabe cocinar? Dicen que lo que cocino está sabroso. Extiendo invitación a quien quiera venir a probarlo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Encantado de escribir para el Reader’s Digest sobre el “personaje inolvidable” que ellos propongan.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Hay muchas palabras que nos motivan, nos impulsan, nos llenan de esperanza, pero, si hay que elegir una, elijo “cuidar”. Creo que es la base de todo, del cuidado del otro se deriva todo, es aplicable a todos los escalones de la vida pública y privada. La falta de cuidados explica por qué este mundo tiene el alma tan herida, tan envenenada.  Añado “educación”, “libertad”, “solidaridad”...

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Desear la muerte de algunas personas, sí, probablemente lo merecían. Pero son calentones inútiles. Ahí siguen.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? No hay tendencias, hay convicciones. Estoy con quienes trabajan por un mundo mejor, por una sociedad más justa, igualitaria y diversa, con quienes defienden la consolidación de derechos básicos como la educación o la salud, quienes defienden el medio ambiente.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me encantaría ser sabio.

¿Cuáles son sus vicios principales? Los verdaderos vicios no son confesables. Pienso que eso a lo que solemos llamar vicio es más bien refugio, válvula de escape, costumbre, cara B de la personalidad, o incluso postureo.

¿Y sus virtudes? Quizá lealtad, empatía, vitalidad, coherencia, no sé... No soy yo quien ha de responder a esta pregunta.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las de los momentos más felices vividos junto a mis padres, mi hermana, mi hija y la mujer a la que amo.

T. M.