lunes, 1 de febrero de 2021

Entrevista capotiana a José Ferreras

 En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Ferreras.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? No concibo otro lugar del que no se pueda salir que no sea una cárcel. Y cualquiera que haya visto una cárcel por dentro sabe que cualquier otro lugar es más apetecible.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de qué animales y de qué gente. Yo vivo con dos gatos mucho más “humanos" (en esa definición tan maniquea que se le da a la palabra) que mucha de la gente que conozco.

¿Es usted cruel? Habría que definir qué es crueldad. Hay algunos tipos de crueldad, contra las injusticias, o contra la desigualdad, que consideró incluso reivindicables.

¿Tiene muchos amigos? Supongo que no. Más que nada porque procedo de una ciudad moribunda, cuya decadencia empujó a mi generación a una diáspora. Es difícil compaginar amistades duraderas con las distancias y la vida nómada.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lo primero compromiso (que no es lo mismo que fidelidad). Si no es posible, al menos que me aporten conocimientos (aunque sea de horticultura).

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Es inevitable ser decepcionado en ocasiones. Pero también es parte del aprendizaje, y de la vida en definitiva. Sin ir más lejos, mi mejor amigo acabó haciéndose policía nacional ¿No es lo más decepcionante imaginable? Y aún así sigue siendo mi mejor amigo.

¿Es usted una persona sincera? La verdad, además de sobrevalorada, es pesada y peligrosa. Mi poemario empieza con una cita del fundador de la secta de los asesinos: "Nada es verdad, todo está permitido". Lo más seguro es que sea mentira. Sea como sea, siempre preferiré la honestidad. Y honestamente, nadie puede ser sincero todo el tiempo. Y el que diga lo contrario, miente.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En esta modernidad capitalista, eso que se da en llamar “tiempo libre" se define en contraposición (pero inseparable) del tiempo productivo. Yo, desempleado improductivo, enemigo acérrimo del trabajo asalariado (aunque no tenga escape posible), persona por tanto despreciable, no soy digno de ese lujo.

¿Qué le da más miedo? Las entrevistas, por ejemplo. Pero muchas otras cosas también. El miedo es bueno, te mantiene alerta.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La injusticia, la deshonestidad, la insolidaridad…en definitiva, todo lo que define a la moderna sociedad capitalista.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Nunca decidí ser escritor, si es que eso pudiera decidirse. Y aunque así fuera, no sería excluyente, creo yo. Se puede escribir y además  recolectar champiñones, o limpiar y empaquetar legumbres, o instalar fibra óptica, o fabricar aisladores para la catenaria del metro de Milán, entre muchas otras ocupaciones. Doy fe de ello.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Paseo bastante. Odio conducir. Casi tanto como odio cualquier tipo de deporte.

¿Sabe cocinar? Hago las mejores tortillas de patata del mundo. Lo cual parece no tener mucho mérito…hasta que las pruebas.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Ventura, todo un personaje que ha conocido casi todas las cárceles del país, y con el que coincidí en alguna ocasión.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? El lenguaje en si es contradictorio, porque es una dictadura y, aún así, el germen mismo de la libertad. Supongo que si tuviera que quedarme con una sería revolución.

¿Y la más peligrosa? Pero. (“No soy racista PERO…”, “no tengo nada contra los catalanes PERO…”, “PERO ni izquierdas ni derechas que los extremos son malos”…).

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En ocasiones. Antaño consideraba sagrada la vida humana. El tiempo, la reflexión y la experiencia, me han acabado enseñando que hay situaciones donde la vida humana y su sacralización carecen de sentido.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Durante bastante tiempo milité en diversos grupúsculos anticapitalistas y participe en diversas iniciativas. Hubo un periodo en que podría decirse que me convertí en un auténtico experto en literatura panfletaria. Hoy en día, aún cuando hay ideales que no sólo conservo, sino incluso he visto como se reforzaban, me considero un tanto descreído políticamente hablando.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un trocito del muro de Berlín mostrándose orgulloso como diciendo “yo aún sigo en pie”.

¿Cuáles son sus vicios principales? No caben en una entrevista.

¿Y sus virtudes? Supongo que la constancia (que no la voluntad, de la que carezco por completo). Aún cuando intuyo imposible en la situación actual salir de mi situación de desempleo y precariedad, cada mañana salgo a la calle a buscarme las habichuelas. Pura cabezonería

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No conozco el “esquema clásico”. Supongo que se refiere a la típica historia de las películas de ver la vida pasar en fotogramas. Pero mi memoria siempre ha sido bastante negligente. Y flaco favor le ha hecho los años de maltrato a base de vicios y adicciones. Si tengo que pensar un fotograma clavado en mi disco duro, pese a mi odio acérrimo por el deporte rey, me viene a la mente uno de mis primeros recuerdos: los instantes previos a la final del mundial de fútbol de 1990. Mi abuelo había apostado mucho dinero por la victoria de la Argentina de Maradona, un nombre que en mi cabeza infantil tenía resonancias mitológicas. Iba ser esa la primera vez que iba a ponerle cara a ese héroe mítico que idolatraba mi abuelo. La cámara enfoca al equipo argentino, mientras por megafonía suena a máximo volumen su himno nacional, intentando disimular, sin éxito, el ruido de la monumental pitada de los tifosi. Uno por uno van pasando los rostros de aquellos futbolistas, serios y estirados como hoplitas antes de la masacre. Llega el último, uno bajito y malencarado. “Ese es" dice mi abuelo “Ese es Maradona". Es entonces cuando el fotograma se queda grabado en mi mente: el ídolo de tantos mira a la grada y replica con rabia en su mirada: “Hijos de puta, hijos de puta…” Sería un magnífico corolario.

T. M.