Donatien-Alphonse-François, Marqués de Sade, a más de dos siglos de su muerte, sigue estando de actualidad, ya convertido en un icono de la literatura erótica para cada generación de lectores, escritores y cineastas. En ella se mostró contrario a la moral burguesa y a todo lo que encorsetase la libertad sexual de hombres y mujeres. Escribió incluso encarcelado, situación que tuvo que sufrir en repetidas ocasiones, ya que pasó en prisión muchos periodos a lo largo de veintisiete años. De hecho, su propia vida fue todo un sainete de circunstancias extravagantes alrededor de orgías, acusaciones de perversiones sexuales y maltrato a prostitutas.
Desde el punto de vista literario, al escritor que inspiró la creación de la palabra “sadismo”, relativa a la crueldad refinada con placer de quien la ejecuta, se le podía relacionar con una antigua tradición, que llevó a la perversidad en novelas como “Justine o los infortunios de la virtud”. En estas quedaban justificados las violaciones, el vicio y los actos de violencia, lo que atrajo a compatriotas como Flaubert o Baudelaire, como demuestra Georges Blin en uno de los textos que configuran “El sadismo de Baudelaire” (traducción de Lluís Maria Todó), que reúne cuatro ensayos publicados en 1948.
Es la manera de conocer a quien Antoine Compagnon, en el homenaje que pronunció en 2015 en el Collège de France tras la muerte de su colega –quien ocupó la cátedra de Literatura francesa moderna–, recordaba lo siguiente: "Georges Blin era un superdotado con una magnífica producción entre los años 1938 y 1958. Sus trabajos sobre Baudelaire y Stendhal siguen siendo insuperables e indispensables”. Y claramente la calidad de la mirada crítica de Blin se aprecia en este trabajo sobre el sadismo, más "El recurso de Baudelaire a la brujería", "Introducción a los Pequeños poemas en prosa" y "Jean-Paul Sartre y Baudelaire".
Blin dice al final del libro que Baudelaire selló su pacto con la Depravación, y un vistazo a su vida constata tal cosa, con su actitud de autoimponerse un lento suicidio abusando del tabaco, el alcohol o las prostitutas. En 1857 se le acusó de ofender la moral religiosa, de lo cual iba a quedar absuelto, pero con todo se le reprochó conducir «a la excitación de los sentidos mediante un realismo grosero y ofensivo para el pudor» en su libro “Las flores del mal”, que «contiene pasajes o expresiones obscenas e inmorales», según el juez. Pero Blin va más allá y se centra en escritos menos conocidos del autor, como “Cohetes” y “Mi corazón al desnudo”.
Publicado en La Razón, 20-III-2021