lunes, 26 de abril de 2021

Entrevista capotiana a Ana Lucas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Ana Lucas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? No podría, adoro vivir en la ciudad pero necesito escaparme de vez en cuando. Soy muy inquieta. Pero no voy a hacer trampas; si fuera cuestión de vida o muerte, probablemente elegiría algún sitio con vistas al mar, y con mi gente más cercana.

¿Prefiere los animales a la gente? En ocasiones, sí. Es lo que tiene haber convivido con perros. Encontrar personas con tanta nobleza y sensibilidad resulta complicado.

¿Es usted cruel? Alguna vez lo he sido conmigo misma, pero nunca con los demás.

¿Tiene muchos amigos? Me abro a las personas con facilidad, me resulta muy sencillo querer y mostrar afecto, y estoy rodeada de mucha gente estupenda. Pero los amigos verdaderamente cercanos, los que conocen mi intimidad, son pocos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que me escuchen, que sean honestos conmigo, que tengan sentido del humor y me ayuden cuando lo necesito.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Alguna vez, igual que puedo hacerlo yo. Pero cuando ocurre, se habla y se soluciona.

¿Es usted una persona sincera? Sí. A veces un poco brusca.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Según el día. Me encanta pasar tiempo con mi gente, ir al cine, al teatro o a tomar algo… Pero tengo momentos en los que necesito estar sola y, por ejemplo, pasear, ver series, leer...

¿Qué le da más miedo? Lo incierto que es el futuro en el mundo artístico.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que sigamos luchando contra el machismo en el siglo XXI.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? En realidad soy actriz, pero si no hubiese elegido este mundo, me habría inclinado por el análisis de la conducta humana, el estudio de la mente criminal en particular. Me fascina ese universo, suelo leer sobre el tema con frecuencia. La última función en la que trabajé (#LaIRA) hablaba sobre casos reales de jóvenes asesinos en serie, y durante el proceso de investigación, aunque fue duro, aprendimos cosas interesantísimas sobre la psicopatía. Es un tema que siempre me ha llamado la atención.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Lo intento, y me gusta el deporte, pero me cuesta ser constante.

¿Sabe cocinar? Cuatro cosas. No tengo paciencia, a mí lo que me gusta es comer. Admiro de verdad a la gente que disfruta cocinando.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Edgar Allan Poe, sin duda. Mi escritor de referencia.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? “Perdón.” Cualquier disculpa en general.

¿Y la más peligrosa? La misma, cuando no es sincera.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Lo que he sentido (como todos alguna vez, supongo) es esa rabia incontrolable hacia alguna persona en situaciones concretas, pero nunca las ganas de cruzar la línea.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las que buscan el respeto y la convivencia pacífica.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Puede sonar típico, pero creo que un pájaro en libertad. Preferiblemente de los que viven en climas cálidos.

¿Cuáles son sus vicios principales? Creo que lo más llamativo es la adicción que me genera cualquier cosa que me divierta o emocione. Lo mismo pasa con algunas comidas.

¿Y sus virtudes? Soy muy leal a mi gente. Y camaleónica, me adapto con rapidez a situaciones distintas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ahogarse me parece una de las peores maneras de morir. Entraría en tal estado de pánico que probablemente me desmayaría y me perdería la película de mi vida.

T. M.