domingo, 18 de abril de 2021

Entrevista capotiana a Juan Tranche

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Juan Tranche.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Todos los que me conocen saben que elegiría Roma. Es un museo al aire libre. Me encanta imaginar a los antiguos ciudadanos, de cualquier condición, recorriendo los lugares y los templos más emblemáticos. Pero, también, me fascina perderme por sus rincones, especialmente por esas angostas calles donde de repente te encuentras un restaurante maravilloso o algún vestigio de una época, para mi, apasionante.  

¿Prefiere los animales a la gente? A la gente. No porque no me gusten los animales. Quizá, a pesar de que tuvimos un gato que fue un miembro más de la familia, nunca he experimentado, en mis propias carnes, esa relación tan increíble que veo en otras personas o esas historias que te ponen la piel de gallina. Y, además, porque me gusta mucho una buena conversación.

¿Es usted cruel? Aquí lo fácil es decir que no. Sufro mucho con los problemas de los demás, siempre he sido muy empático. Mi mujer dice que me da pena de todo el mundo. Aunque todos, en algún momento de nuestra vida, sin quererlo, estoy convencido, hemos sido crueles. En muchas ocasiones con quien menos lo merece, por tanto creo que no y me gustaría pensar que no, que no soy una persona cruel.

¿Tiene muchos amigos? Conozco a muchísima gente, tengo amigos, muy buenos amigos y cuatro o cinco que merecen tal nombre y a quienes llamo cuando estoy mal, cuando necesito desahogarme o simplemente que me escuchen sin juzgarme, sin hacer preguntas, sin cuestionarme. Soy muy afortunado de los amigos y la gente que tengo a mi alrededor.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Nada. Cada persona es un mundo en si mismo, hay que saber ver que nos ofrece cada uno y disfrutar de las personas por cómo son, no por cómo nos gustaría que fueran.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? A veces, como a todo el mundo, claro. Pero, de un tiempo a esta parte, estoy empezando a decir lo que pienso. A no guardarme aquello que me duele, de ese modo, se evitan mal entendidos y, lo más importante, no se guardar rencor. La vida es maravillosa, vivamos sin estar enfadados con el mundo.

¿Es usted una persona sincera? Depende. La sinceridad absoluta no es buena. No hay porque decir todo lo que pasa por nuestra cabeza, se debe pensar en las consecuencias. La mayoría de la gente que presume de decir lo que piensa y de ser muy sincera no aceptan, en muchas ocasiones, cuando la verdad se vuelve contra ellos.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me encanta leer, probablemente es lo que más me apasiona y, de un tiempo a esta parte, escribir. También me encantan esas tardes de cine en el sofá de casa bajo una mantita, junto a mis hijas y mi mujer, con la mesa llena de patatas y palomitas. Adoro el teatro y escuchar música de Bandas Sonoras. Pasar tiempo con mi familia, me considero muy familiar. Una comida o cena con amigos, coleccionando anécdotas, es siempre para mi un plan maravilloso. Y viajar, siento mucho no poder viajar más.

¿Qué le da más miedo? Me da mucho miedo que le pase algo a mis seres queridos. Quizá, porque estamos educados en una cultura donde hay temas tabús que no nos gusta tratar y no nos han educado para superar. En otras culturas tratan la muerte de un modo más natural. Nosotros la evitamos, no hablamos jamás de ello y si lo hacemos alguien rápidamente dice: “cambiemos de tema”. Por eso creo que es tan doloroso cuando llega.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Cualquier abuso, sea de la índole que sea, que se realice sobre nuestros seres más débiles, los niños.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No vivo de la escritura así que no me considero escritor a tiempo completo. Sin embargo, soy muy feliz con la vida que tengo, pero, seguramente, que si pudiera volver atrás sería Arqueólogo. Ser el primero en una excavación en encontrar una pieza que nadie más ha visto en cientos de años tiene que ser una experiencia increíble.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Durante años y hasta hace un par de meses he realizado pesas en el gimnasio y TRX. He tenido que dejarlo porque el día no tiene más horas. En breve lo retomaré dado que lo echo de menos. El ejercicio físico es un modo de encontrarse con uno mismo. Es uno de los pocos momentos del día que nos dedicamos a algo tan importante como pensar.

¿Sabe cocinar? Sí. No tan bien como mi padre, que es un excelente cocinero y prepara unas carrilleras y unos platos que quitan el sentido, pero me gusta mucho. Siempre estoy mirando recetas y aunque no hago tantos platos como me gustaría, en casa somos de morro fino.  

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Me costaría decidirme entre: Agripina la menor, la madre del emperador Nerón, y Vibia Sabina esposa del emperador Adriano. La primera porque cuando escribí Spiculus, descubrí a una mujer increíble. Sí, es cierto que fue acusada de matar a sus maridos, que era manipuladora, déspota y mil calificativos más, ninguno bueno. Pero, ser mujer en la antigua Roma no era un tema baladí. Relegadas a estar en el hogar, sin ningún tipo de incidencia política en un mundo gobernado por hombres. Ella, ante ese mundo que le toco vivir dijo: Aquí estoy yo. Y Vibia Sabina por todo lo contrario, porque fue muy infeliz. Obligada a casarse con un hombre a quien no amaba. Vivió una vida atormentada, que no deseaba. Son la antítesis y, sin embargo, me costaría decidirme por cualquiera de las dos.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La propia palabra: esperanza. La esperanza es el motor que nos mueve a conseguir nuestros propósitos. La falta de ella puede, incluso, llevarnos a la más absoluta oscuridad.

¿Y la más peligrosa? Odio, sin duda. El odio es un veneno que usamos contra nosotros mismos para que otra persona sufra las consecuencias. Sus efectos, dependiendo de la cantidad que tomemos, puede conducirnos a hacer locuras.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, jamás. No sería capaz de arrebatar la vida a otro ser humano o animal.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Creo, fielmente, en la libertad de las personas respetando siempre la de los demás. No hay una tendencia en la que me sienta al ciento por ciento identificado.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No te lo vas a creer pero me parece la pregunta más difícil. No lo sé.

¿Cuáles son sus vicios principales? Mis hijas, principalmente. La risa, creo que no he pasado un solo día de mi vida en el que no me haya reído, especialmente, de mi. Los libros, que no me falta nunca una botella de buen vino y las camisas. Y, cuando voy a mi pueblo, la chimenea. Nada como leer o conversar al calor del fuego.

¿Y sus virtudes? (Se lo he preguntado a mi mujer, dado que uno nunca es buen juez de si mismo). Dice: Que soy muy responsable en todo lo que hago. Atento. Que tengo mucho don de gentes. Que soy muy protector y muy amigo de mis amigos, dado que siempre estoy ahí y, sobre todo, soy muy persistente. Lo ha dicho ella, así que, será verdad.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Muchísimas, así que sería una agonía muy larga. Me gustaría que en mi cabeza sonara “On the nature of the daylight de Max Ritcher”. La primera vez que sostuve entre mis brazos a mis hijas y cuando, hoy en día, las veo felices. La sonrisa de Isa, mi mujer. Mis padres, mi hermano y mis sobrinas, a quienes adoro, junto a los grandes momentos que hemos pasado juntos. A mis mejores amigos, que son la familia que uno elige, y todas esas veladas en las que nos ha dolido el estomago de tanto reírnos. No creo en la felicidad plena, pero si en los momentos de felicidad y cuando llegan me gusta disfrutarlos intensamente.

T. M.