martes, 6 de abril de 2021

Entrevista capotiana a Nieves Mories

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Nieves Mories.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Llevo casi un año en ese estado y, tengo que decirle que no lo llevo tan mal, si bien podría ser mejor, por supuesto. ¿El lugar ideal? Uno lo suficientemente alejado de la civilización como para que nadie me incordie, amplio para llevarlo de gatos y libros y que llegue internet. Montañoso, me gusta la nieve y el sol, que las estaciones estén claramente definidas; ¡Esos intersticios extraños llamados primavera y otoño son absurdos!

¿Prefiere los animales a la gente? Por supuesto, ¿por quién me toma?

¿Es usted cruel? No está en mi naturaleza. Puedo enfadarme, meter el dedo en el ojo, pero la crueldad consciente me parece innecesaria. Es de esos rasgos que define más a quien la practica que sobre quien recae, por mucho que la merezca.    

¿Tiene muchos amigos? No, pero los tengo buenos. ¿Qué más puedo pedir?

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No busco nada en especial, acepto lo que me ofrecen. Eso sí, creo que todos comparten tres rasgos comunes: la inteligencia, la honestidad y el sentido del humor, aunque este no sea el que se tiene por convencional.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Más bien al contrario. Tiendo a sabotear las relaciones profundas por miedo a que me duela demasiado cuando me lo hagan a mí. Si me lo hacen a mí. Por si acaso. Las medidas preventivas no están de más, aunque se me vayan de las manos.

¿Es usted una persona sincera? Soy honesta, que es mucho mejor. La sinceridad absoluta está sobrevalorada.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leo, escucho música, pinto, aplaco mi cinefagia, le doy a los videojuegos… y al bricolaje y la restauración de muebles. No suelo tener tiempo para aburrirme.

¿Qué le da más miedo? Podría decirle que las polillas, las avispas, los ascensores y el mar y salir bastante airosa de esta pregunta (eso sería ser sincera). Pero le confesaré que lo que me da pánico es la impotencia. Que la vida y los acontecimientos se te escurran entre los dedos y no puedas hacer nada por controlarlo. ¿Ve? Eso es ser honesta.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Todavía alguna cosa me sorprende, pero nada me escandaliza. Perdí esa capacidad hace muchos, muchos años.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Morirme de asco. Además, ¿quién dijo que yo decidí nada?

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No tengo ni la disciplina ni la voluntad como para hacerlo. Pero recuerdo que me gustaba nadar. Una pena que se nos hundiera la piscina cubierta…

¿Sabe cocinar? Sí, y muy bien, además. Es uno de mis raros talentos.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Pol Pot. Y me inventaría las respuestas.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? No tengo la menor idea. La esperanza como concepto se me escapa.

¿Y la más peligrosa? Amor.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Por supuesto, ¿usted no? Pero se me ha pasado pronto.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Escoran a la izquierda, pero ningún partido político me representa en este momento.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? La pirámide de Keops. El alfa y el omega. Un huevo de Fabergé, rojo, a ser posible.

¿Cuáles son sus vicios principales? Café. Tabaco. Soberbia. Anacardos. Salirme por la tangente.

¿Y sus virtudes? Detectar las preguntas trampa a la primera. Y esta es una de ellas. Cualquier cosa que conteste podría ser utilizada en mi contra.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? ¿Ve por qué me da miedo el mar? La muerte por ahogamiento es la peor que existe. Probablemente se me pasaría por la cabeza algo muy poco memorable como… “oh, mierda”. No espero nada inspirado de un momento así.

T. M.