En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Marta Jiménez Serrano.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Madrid.
¿Prefiere los animales a la gente? En general,
no. ¡Pero prefiero mi gato a algunas personas!
¿Es usted cruel? Mucho, en según qué juegos
de mesa.
¿Tiene muchos amigos? Pocos y
buenos.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Intento
que tengan sentido del humor, escucha, generosidad, una casa en la playa con la
que poner en práctica esa generosidad…
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No.
¿Es usted una persona sincera? Creo que sí…
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? En los
bares, que echo terriblemente de menos, en los cines, en los parques, en mi sofá.
¿Qué le da más miedo? Casi todo.
Soy muy miedosa.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? Llegamos al 2021 un poco curados de espanto.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? No me imagino no llevando
una vida creativa. Si no pudiera dedicarme profesionalmente a la escritura, me
dedicaría a hurtadillas.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Yoga.
¿Sabe cocinar? No, cocino fatal.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Joan
Didion.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Lotería.
¿Y la más peligrosa? La-última-y-nos-vamos.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Seguro que
sí.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Son
feministas.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Rentista.
¿Cuáles son sus vicios principales? La
cerveza, la pereza, la impaciencia.
¿Y sus virtudes? Soy muy rápida: es el
reverso de la impaciencia.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ojalá
ninguna. Ojalá fuese un ahogamiento rápido e indoloro. Ya he dicho que soy muy
miedosa.
T. M.