En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Luiso Berdejo.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder
salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Si hablamos de un lugar figurado, elegiría el
mundo anterior al auge de la telefonía móvil y las redes sociales. Si hablamos
de un lugar físico, entonces elijo el lugar en el que vivo: el condado de Los
Angeles, en California.
¿Prefiere los animales a la gente? Depende de
si tengo que ir al dentista o de paseo.
¿Es usted cruel? Nunca con nadie. Detesto
a los crueles. A mis personajes, sin embargo, no les ahorro un buen calvario si
a cambio pueden aprender algo.
¿Tiene muchos amigos? El día que busqué la
definición de «amistad» en el diccionario de la RAE concluí que no tengo prácticamente
ninguno. “Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona,
que nace y se fortalece con el trato”.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Las mismas que en cualquiera:
integridad y nobleza.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? Como mucho una vez.
¿Es usted una persona sincera? Recuerda que
no soy cruel. Además, «persona» y «sincera» son dos palabras que casan mal… Digamos
que soy todo lo sincero que puedo, pero que tampoco me cuesta invertir tiempo
en adornar una verdad potencialmente urente.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Con mi mujer y nuestro
hijo. Dibujando. Cocinando. Caminando. En silencio.
¿Qué le da más miedo? No es una
emoción a la que esté muy conectado.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le
escandalice? No me recuerdo escandalizado. Asumo y digiero a gran velocidad.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida
creativa, ¿qué habría hecho? Ayudar a las personas de
modo activo.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Por épocas.
¿Sabe cocinar? Sí. Y cada vez lo hago mejor. Tengo lo
que mi mujer describe como “nivel casa de comidas de pueblo”, y no aspiro a más.
Entre chef o figonero, prefiero lo segundo.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un
personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A René Clair.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de
esperanza? Unidos.
¿Y la más peligrosa? Ego.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca. Es cierto que
en la carretera suelo deseárselo a determinados conductores y conductoras, pero
superado el calentón automovilístico estoy seguro de que hasta me caerían bien.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Necesito vivir en democracia,
saber que tengo el derecho y la libertad de poder ser parte de las decisiones
que incumben a la comunidad de la que soy parte.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No me gustaría
ser nada más que lo que soy: escritor y cineasta. Pero si no me quedara más
remedio que hacer otra cosa me gustaría ser dibujante.
¿Cuáles son sus vicios principales? Disfruto mucho la
comida rápida, y ocasionalmente nos encontramos.
¿Y sus virtudes? La paciencia y la perspectiva.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del
esquema clásico, le pasarían por la cabeza? El 17 de julio de
2004 me desperté con la garganta cerrada debido a una reacción alérgica
repentina. No podía respirar. ¡No me entraba el aire! ¡Me estaba ahogando! Los segundos
pasaban, los minutos caían y yo iba sumiéndome en una laxitud fatal que parecía
anticipar mi partida de este mundo. Segundos antes de perder el conocimiento,
recuerdo que vi un montón de secuencias de la trilogía original de ‘Star Wars’,
resúmenes, remontajes, incluso secuencias inéditas que mi cerebro tuvo a bien
crear en ese momento… Y recuerdo que pensé: “hay que ser gilipollas para morirme
viendo ‘La Guerra de las Galaxias’ en vez del típico compendio de momentos memorables
que supuestamente vemos…” Cuando al rato volví en sí, gracias al milagro
farmacológico, pensé que en realidad había sido una buena despedida. Ahora, con
todas las películas que he visto desde 1994, espero espicharla con un montaje más
variado y que mezcle más de un género.
T. M.