Con dos mil cincuenta años de historia, Camprodón es
un pueblo atractivo por muy diferentes razones: sus edificios medievales, el
gran valle donde está ubicado o sus referencias a la vida de su celebridad
local, el músico Isaac Albéniz.
Poetas
de la talla de Juan Ramón Jiménez o Federico García Lorca le dedicaron escritos;
a finales del siglo XIX y hasta su muerte, en 1909, fue uno de los músicos más aclamados
en Europa; Barcelona entera le brindó los más altos honores el día de su
funeral... Ese hombre tan célebre en su día y al que llamaron, por su precoz
genialidad frente a un teclado, “el pequeño Mozart” y “el Liszt español”, Isaac
Albéniz, nació en el pueblo gerundense de Camprodón, a unos pocos kilómetros de
Francia, en 1860. Hoy, un festival de música anual, dos esculturas y un museo
recuerdan al autor de
Aunque su nacimiento allí fue casual, pues su padre estaba destinado
temporalmente en Camprodón como administrador de aduanas, y a los pocos meses
se trasladaron a Barcelona, los Albéniz mantendrán un estrecho vínculo con el
pueblo. Da prueba de ello el interés que una nieta del músico ha manifestado por
trasladar sus restos allí, los cuales descansan en el cementerio de
Romana, medieval, decimonónica
El Camprodón que vio nacer a Albéniz contaba unos 1.300 habitantes
–hoy tiene algo más de 2.000–, y por entonces tenía una situación estratégica,
lo que hizo que “fuese históricamente manzana de la discordia en disputas
territoriales entre Francia y España, y los ejércitos invasores franceses la ocuparon
en varias ocasiones durante los siglos XVII y XVIII”, según explica Walter
Aaron Clark en Isaac Albéniz. Retrato de
un romántico (2002). El musicólogo, además, aporta un dato curioso de la
villa: la fundó, en el año
Andar por sus calles es hacerlo por
Ya en el siglo XIX, Camprodón empezó a ser foco de interés por parte
de la burguesía barcelonesa, que lo eligió como lugar de veraneo, sobre todo en
dos grandes avenidas,
Hospedarse con la historia
En su visita a la tierra que vio
nacer a Albéniz, el viajero podrá dormir y comer en uno de los hoteles más
bellos y con más historia de España: el Hotel de Camprodon, en
Todo comenzó con un boleto de la lotería nacional, me cuenta el director del hotel desde 1985, Joan Costejà: a Alfons Rigat, propietario de una fonda, le tocaron 30.000 pesetas en 1914, y entonces llevó a cabo su idea de construir “el mejor hotel de Cataluña” ante la creciente demanda turística (Bartomeu Robert, doctor y alcalde de Barcelona, recomendaba las aguas y el aire del pueblo a sus pacientes). Se inauguró en 1916, y por él ha pasado lo más granado de la política y la cultura catalanas, desde el presidente Francesc Macià hasta el escritor Josep Maria de Sagarra y un nieto de Albéniz, el pintor Alfonso Alzamora, distinguido cliente desde hace treinta años.
En 1938, el gobierno republicano expropió el hotel bajo el mando del
teniente coronel Jacinto Segovia, “cirujano jefe de la plaza de toros de Madrid”,
y lo transformó en hospital militar hasta el fin de