martes, 26 de octubre de 2021

El antisemita de legado infinito

En el teatro de ópera de Bayreuth la música de Richard Wagner se divulgó más que nunca en 2013, con motivo de los doscientos años del nacimiento del compositor. Incluso este mismo 2021 se pudo disfrutar de forma multimedial de la representación de «El anillo del nibelungo»; dieciséis horas para sus cuatro piezas: "El oro del Rin, "La valquiria", "Siegfried" y "El ocaso de los dioses. Hace ocho años, pues, se organizaron diversos eventos que, aglutinados bajo el lema «Wagner para todos», buscaron sacar a la calle a este músico tan colosal como controvertido, muerto en Venecia en 1883 y siempre de actualidad: la edición de Blas Matamoro de sus «Cartas sobre Luis II de Baviera y Bayreuth», o la de Jeongwon Joe y Sander L. Gilman, “Wagner y el cine. De las películas mudas a la saga de Star Wars”, así como «Aspectos de Wagner», de Bryan Magee, por citar algunas de las últimas más destacadas.

Pero cualquier novedad wagneriana, diríase que durante décadas, quedará eclipsada por este mastodóntico, definitivo estudio del estadounidense Alex Ross, que en «Wagnerismo. Arte y política a la sombra de la música» (traducción de Luis Gago) logra iluminar cada faceta del astro alemán de manera impresionante. Y además desde la perspectiva, tan oportuna, de cómo ha ido influyendo, hasta para bien y para mal, en la política, el arte, el cine, la literatura… Este crítico musical del “New Yorker” parece no haberse dejado nada en el tintero: la relación con Nietzsche, el Wagner de carácter “esotérico, decadente y satánico”, el feminista y gay, el que fue idolatrado por algunos de los mejores escritores del siglo XX, y por supuesto el músico antisemita aparecen en una oleada de prosa absorbente, de gran músculo narrativo.

No cabe olvidar que en 1850 publicó Wagner de forma anónima el panfleto antisemita «El judaísmo en la música», y de hecho los orígenes personales del antisemitismo de Wagner son similares a los de Hitler. El músico definió a los judíos «como incapaces de toda creación artística y, por añadidura, como elementos de corrupción del arte alemán y responsables de su decadencia». Idea que retomará el Führer para «Mi lucha». Así, en el Festival de Bayreuth de 1925, dijo que «la obra de Wagner engloba todo aquello a lo que aspira el Nacionalsocialismo». Ross no puede elegir mejor inicio que el justamente dedicado a explicar su legado intelectual y artístico, a partir del día de su muerte: “Cinco mil telegramas fueron enviados al parecer desde Venecia en un lapso de veinticuatro horas”. La noticia había viajado hasta Nueva Zelanda al instante. No en balde, acababa de morir, como dijo Thomas Mann, «probablemente el mayor talento de toda la historia del arte».

Publicado en La Razón, 23-X-2021