viernes, 28 de enero de 2022

Entrevista capotiana a Abel Hernández Domínguez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Abel Hernández Domínguez.

Si tuviera que vivir en un lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Mi casa donde vivo, en Las Rozas, con mi buhardilla luminosa llena de libros, mi chimenea y mi pequeño jardín con árboles frutales y un rosal en la entrada. Tengo experiencia: allí viví recluido en lo más duro de la pandemia y sobreviví bien.

¿Prefiere a los animales o a la gente? Depende de las circunstancias, de qué tipo de animales y de qué tipo de gente. Pero en caso de duda me quedo con la gente.

¿Es usted cruel? No.

¿Tiene muchos amigos? Amigos de verdad los cuento con los dedos de una mano. Muchos se han quedado por el camino.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Aparte de la lealtad, la confianza, el afecto y la sintonía.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? La amistad se corrompe a veces por el abandono. Lo que me decepciona profundamente es que se mueran.

¿Es usted una persona sincera? Esta me parece una pregunta-trampa. Si no fuera sincero, ¿qué valor tendría mi respuesta? Pero sí, odio la mentira.

¿Cómo prefiere ocupar el tiempo libre? Jugando al intelect con mi mujer. Son partidas antológicas.

¿Qué le da más miedo? La estupidez humana y la soberbia del poder. De niño me daban miedo las tormentas y la muerte. Ahora, no tanto.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Los dogmatismos sin fundamento y la pretendida superioridad moral de la izquierda. Últimamente me saca de quicio la imposición de la ideología de género.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Pastor de ovejas o maestro de escuela.

¿Practica algún tiempo de ejercicio físico? Aparte de cuidar mi jardín, paseo todos los días a buen ritmo unos tres cuartos de hora.

¿Sabe cocinar? No. Sólo sé prepararme el desayuno. Y hago una excelente carne de membrillo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre “un personaje inolvidable”, ¿a quién elegiría? A Jesús de Nazaret. Acabo de escribir un libro –“Diario de Marcos”- sobre su vida, su trayectoria humana contada de cerca, y me ha dejado fascinado. Sigue siendo el gran desconocido.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor, la palabra amor, sin duda.

¿Y la más peligrosa? El odio y la envidia, que suelen ser primos carnales. En España son los pecados capitales.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Eso no se me ha pasado por la cabeza. Sólo al malo en el cine.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Centrista democristiano.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? El cuco que anuncia la primavera.

¿Cuáles son sus vicios principales? El juego, la caza y los pecados de la carne. Mi principal defecto, la impaciencia. Quiero llegar antes de haber salido.

¿Y sus virtudes? Como Antonio Machado, creo que soy, en el mejor sentido de la palabra, bueno. Y estoy convencido de que al mundo lo salvan las buenas personas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Me imagino que las de mis seres queridos, y supongo que en ese trance rezaría.

T. M.