domingo, 13 de febrero de 2022

Entrevista capotiana a Martín Llade

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Martín Llade.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Uno donde llueva poco y haga mucho sol, pero que sea llevadero, haya mar, librerías, cines y teatros, buenos restaurantes, gastronomía exquisita, tradición musical y gente agradable…¡Vaya! Me parece que sin querer he descrito Valencia. Pero Donostia no es un mal lugar para ello (aunque incumpla la primera condición).

¿Prefiere los animales a la gente? Depende de a qué animales y depende de a qué gente. Adoro los gatos pero mi hija les tiene alergia y a mi mujer le dan miedo, o sea que tendrá que ser en otra vida. Miau.

¿Es usted cruel? Sólo por escrito...Aunque una vez programé el “Ballet mecánico” de George Antheil en la radio y dije a los oyentes: “No lo quitaré hasta que no me escriban veinticinco personas”. Tardaron cinco minutos.

¿Tiene muchos amigos? Se dice que se tienen pocos buenos, pero lo cierto es que yo me considero un afortunado poseedor de muchas y muy buenas amistades. Esa es una fortuna que nunca se devalúa.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean ellos mismos y que no miren el reloj.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Creo que a estas alturas de la vida (tengo cuarenta y cinco años) el tiempo ha hecho su criba y tienes las amistades que merece la pena tener.

¿Es usted una persona sincera? Procuro serlo, aunque hay personas que se toman muy mal ciertas sinceridades, por muy diplomático que seas.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribir, leer, escuchar música y ver alguna película. Aunque a veces

¿Qué le da más miedo? Aquello que no puedo controlar (p.e: la factura de la luz y el gas en enero).

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La reescritura de la historia. Es inútil, es ella la que nos acabará retratando.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Soy locutor de radio, es una profesión preciosa. Me hubiera gustado ser director de cine, pero en España es un oficio para idealistas y cada vez hay menos facilidades.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Antes de la pandemia nadaba una vez a la semana, ahora nado un día menos.

¿Sabe cocinar? Si hacer pasta, tortilla de patata, lentejas, asar algo al horno o prepararse un puré o una sopa es cocinar, sí. Si se trata de algo que requiera términos como “marinar”, “salpimentar” o “pochar”, paso palabra.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Lo haría sobre la actriz Teresa Ann Savoy, la protagonista de mi novela. Pero lo cierto es que ha sido olvidada casi por completo. ¿Encaja dentro de la categoría de “inolvidables?

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? “Mañana”. Y si no, “pasado mañana”.

¿Y la más peligrosa? “Corrección política” (son dos). O “mandato del pueblo” (van tres, seguro que en alemán se pueden condensar en una).

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Ahora no me acuerdo…Si me he olvidado, seguro que la cosa no fue para tanto. O quizás no me quiero acordar. Pero estoy pensando en esa cantidad de veces en que la conducción saca lo peor que llevas de ti y otros conductores te hacen concentrar por unos instantes todo tu odio hacia ellos (porque te pitan o hacen una maniobra peligrosa), distrayéndote del volante. Es un milagro que no haya más accidentes, la verdad.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Detesto el fútbol.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Quince años más joven.

¿Cuáles son sus vicios principales? La comida, la dejadez, la pereza y hablar quizás más de la cuenta.

¿Y sus virtudes? No soy yo quien tiene que decirlo. Creo que soy bastante sociable y la gente se ríe conmigo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Supongo que el nacimiento de mis hijos, la Bahía de Halong envuelta en la bruma, mi abuelo contándome historias a la sombra de un olivo, el verde de unos ojos la primera vez que me miré en ellos o la atmósfera mágica de “La flauta mágica”, en el primer montaje que yo vi de una ópera en mi vida, en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián.

T. M.