sábado, 30 de julio de 2022

Invitar a la lectura con aforismos

Hace un par de años, Antonio Rivero Taravillo publicaba “La orfandad de Orfeo”, en la editorial sevillana Thémata/Apeadero de Aforistas, en el que el autor, con su habitual agudeza y humor, daba rienda suelta a su visión “aforística” de la vida y la literatura. En aquel libro se leían cosas como las que siguen: “Con prosodia inadecuada, un aforismo verdadero suele ser falso”; “El aforismo es un travestido: va ataviado de prosa, pero es bajo ella poesía”; “El aforismo es una verdad permanente que solo deja de serlo al término de sus uno o dos renglones”; “No escribe aforismo quien puede, sino quien poda”; “Un buen aforismo comienza cuando el lector empieza a modificarlo”… Es un ejemplo, este de Rivero Taravillo, que por cierto ganó el Premio de Aforismos Rafael Pérez Estrada en 2017 con su obra “Especulaciones ciegas”, de cómo este terreno es particularmente fértil para urdir destellos de reflexión que en sí mismos son a la vez una definición de un género que es de por sí una propuesta para la paradoja o lo lúdico.

Ya lo dijo José Luis García Martín cuando publicó “Todo lo que se prodiga cansa”, el hecho de que «los aforismos son una forma de jugar». En aquella ocasión, el escritor asturiano reunió algunas de sus frases más llamativas extraídas de sus diarios, sus redes sociales o incluso de la memoria de los amigos con los que hace tertulia cada semana. Publicó el libro en la editorial La Isla de Siltolá, que es fundamentalmente de poesía pero que tiene una nutrida colección de libros de aforismos de multitud de autores. Y es que el género cada vez tiene más presencia editorial y practicantes, lo que a veces también deriva en el ejercicio interesante de acudir a la obra narrativa, ensayística o poética de autores clásicos y, tras realizar una búsqueda de grandes ocurrencias, construir libros de aforismos de autores que no los habían concebido en su momento, de tal forma que hemos disfrutado en los últimos años de libros aforísticos de Chesterton, Mark Twain o Fernando Pessoa.

Un autor premiado

Pues bien, en muchos casos, todos estos trabajos llevan implícito el ánimo de sorprender y hacer pensar, es decir, de empujar al intelecto, y desde luego, conminar a leer, a picotear pensamientos audaces. Y eso mismo acaba de hacer el granadino Guillermo Busutil, que el año pasado recibió el Premio Nacional de Periodismo Cultural después de publicar “La cultura, querido Robinson”, con el que, según el jurado, había “realizado una aportación sustancial a la reflexión sobre el periodismo cultural en España». Tal entrega venía de muy lejos porque, aparte de haber publicado diversos libros de relatos, ya en 2013 obtuvo el Premio Unicaja de Artículos Periodísticos, a lo que se añadió, cuatro años más tarde, el hecho de que la Asociación de la Prensa de Málaga le concediera la Medalla de Honor de Periodismo por su trayectoria, y el Ateneo de Málaga, la Medalla de Oro de la Cultura. 

En el citado libro, Busutil abordaba lo que significa la cultura, el acto de leer, como si de una verdadera tabla de salvación se tratara. Y tal vez eso puede decirse con mayor énfasis que nunca hoy en día, cuando lo audiovisual y lo instantáneo ocupan y hacen malgastar mucho tiempo. R. W. Emerson, en los albores de una nación estadounidense que estaba buscando su identidad en el segundo tercio del siglo XIX, dictaminó que la lectura era uno de los baluartes indispensables para el ciudadano, para su visión y opinión, para trascenderse. Y en efecto, la lectura nos construye por dentro, regalándolos tesoros imperecederos. Así lo habrá entendido sin duda Nuria Barrios, que habla en el prólogo a “Papiroflexia” de que estamos ante “un libro pequeño y, al mismo tiempo, infinito. Sus páginas dibujan columnas acerca de la lectura, los libros, la escritura, el lenguaje, las palabras…”. Tiene razón: no basta leer con los ojos, dice. Hay que “leer con los oídos, con la mente y con el corazón, con el cuerpo entero”, y así, como reza el primer aforismo de Busutil, entrar lo más libre posible en los libros.

Se trata de un conjunto de 751 aforismos entre los que encontramos perlas como estas: «Los lectores se reconocen por la cicatriz de sus yemas»; «Quien lee, encuentra»; «La lectura principia en amor de madre»; «Los libros son los tatuajes de la memoria», "Con la lectura se puede vivir casi sin todo". Frases de apenas una línea que invitan a reflexionar, a sentir lo que en efecto sucede en nosotros cuando nos introducimos en un buen libro como este mismo, que es una prolongación de “La cultura, querido Robinson”, donde ya había aforismos que tenían que ver con la lectura, la escritura y el mundo del libro. Sigamos pensando, pues, que “Leer es una revolución silenciosa”.

Publicado en La Razón, 23-VII-2022