sábado, 8 de octubre de 2022

Entrevista capotiana a Beatriz García Guirado

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Beatriz García Guirado.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La propia idea de no poder salir de un sitio me provoca ansiedad y me devuelve imágenes bastante truculentas de gente que despierta encerrada en ataúdes. Pero en el supuesto cada vez más probable de que hubiera un apocalipsis nuclear o el cambio climático deshiciera por completo los polos y todas y todos viviéramos en barcos o en las terrazas de los rascacielos, entonces creo que me pido uno de esos cruceros tan horteras con batallas campales en el buffet libre y sesiones de zumba. Me pasaría la eternidad aprendiendo a hacer animales con toallas de ducha.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a mi perro Sherlock. Las mascotas de los demás se parecen demasiado a sus dueños y respecto a los salvajes, me dan envidia pero no sé si los prefiero.

¿Es usted cruel? Alguna vez, como todo el mundo. Y, como todo el mundo, tengo que decir no, ¡no, en absoluto!

¿Tiene muchos amigos? No, ¿por quién me has tomado? Si tuviera muchos amigos no tendría ninguno. La amistad es caprichosa, pero también selectiva y va de cuidados. Exige tiempo y haber vivido algunas cosas juntos, agradables y sobre todo desagradables, que demuestren que lo ES.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, confianza, sentido del humor y una sinceridad que muchas veces se te hace antipática pero que no se paga ni con todo el oro del mundo. Un amigo es la familia que se elige y solo puede ser siciliana.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Hombre, “soler”, así en plan costumbre, no. Si lo han hecho es porque yo tenía unas expectativas quizás poco realistas respecto a ellos y no había pensado (o no me importó) el momento vital en el que se encontraban.

¿Es usted una persona sincera? Supongo que no basta con que diga que depende. Creo que la sinceridad es buena y saludable para con una misma, aunque yo me mienta muchas veces. Con los demás, en cambio, practico la sinceridad útil y necesaria; si mi verdad no va a aportar demasiado a alguien, si quiere seguir viviendo en una mentira, ¿quién soy yo para arrancarlo de su burbuja? A fin de cuentas, las cosas caen por su propio peso.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escuché una entrevista que le hicieron hace años al guionista Rafael Azcona, en donde explicaba que lo que más le gustaba era perder el tiempo. Hacer cosas que no tenían ninguna utilidad, como lanzar un centenar de avioncitos de papel desde el balcón de un hotel para ver si alguno volaba el tiempo suficiente. A mí me gustaría vivir en las horas muertas de Rafael Azcona -volviendo a tu primera pregunta: sí, eso y el crucero hortera, los mejores refugios para pasar la eternidad. Lamentablemente, no sé estar realmente ociosa. Leo, escribo, paseo con mi perro, veo cine, viajo, sueño despierta… que es lo que me gusta hacer. Qué maravilloso sería tener la calma mental suficiente para pasar las horas mirando al techo, con la cabeza vacía.

¿Qué le da más miedo? Supongo que la muerte, porque es un misterio (el gran misterio) y sentir no estar preparada para que llegue. Aunque, ¿hay alguien que sí lo está? Dicen que si has estado al borde de la muerte -y yo he conocido a algunos de ellos-, pierdes el miedo. No sé, tal vez sea un alivio enorme que nuestra identidad, que pesa como una losa, se evapore. Ser nada. O ser todo. Pero sin que te importe. Y también me da miedo conducir -en algún momento se me metió en la cabeza que iba a morir en un accidente de tráfico, pero creo que ese es un temor de los que se superan. Vamos, eso espero. Ah, y atragantarme con un trozo de calamar a la romana. ¿Tuve un trauma de niña? Ni idea.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Diría que me enerva más que escandalizarme el rollo buenista y falsamente progresista de nuestros días. Esa cosa de señalar con el dedito a los demás y creerse con la verdad absoluta. Me enerva-escandalizar la persecución moral.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Trabajaría en un astillero, tocaría el banjo… Haría algún trabajo físicamente duro que me hiciera llegar agotada a casa, liarme un cigarro y sentir que no le debo nada a nadie excepto a la puñetera Hacienda.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cuando tengo tiempo voy al gimnasio. Finjo que boxeo dando puñetazos y patadas al aire, aunque se llame bodycombat y sea como un aerobic para motivados.

¿Sabe cocinar? Poco, de supervivencia. Soy consciente de que la cocina es un arte y en serio que me encantaría dedicarle toda una mañana a cocinar algo que pinte genial, sepa mejor aún y tarde cinco minutos en comérmelo. Pero es eso precisamente lo que no me gusta. Una amiga cocinillas me dijo una vez que la cocina es el acto de magia más básico de todos, porque no deja de ser un proceso de transformación alquímica. Me pareció maravilloso y estoy deseando que vuelva a hacer alquimia conmigo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Seguramente y porque pienso que somos nosotras las que hacemos al personaje y lo inmortalizamos, escribiría sobre alguien totalmente desconocido cuya vida me parezca fascinante y extraña. Y luego volvería a escribir sobre él, una y otra, y otra vez… E invitaría a los demás a que lo hicieran, e incluso a que inventasen parte de su vida, a que decorasen sus aventuras. Crear al personaje a partir de una persona es infinitamente más divertido que escribir sobre alguien que está ya demasiado dentro de nuestra sesera. Necesitamos mitos nuevos para nuestra hambre de mitomanía.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? A mí me encanta “saudade” (nostalgia en portugués). Porque es un tipo de nostalgia no sólo de lo que conoces y añoras, sino también de algo que no has llegado aún a conocer. Creo que si sientes saudade es que estás realmente vivo y aún te importa algo.

¿Y la más peligrosa? No creo que haya palabras peligrosas, sino personas. Hasta la palabra “amor” en boca de un pirado tóxico puede ser veneno. En cambio, la gente le tiene mucha manía a un sencillo “no” y te tachan de negativa o antipática, cuando no hay nada que reafirme más a una persona que un “no, por ahí no paso”. De todas formas, los escritores sabemos muy bien que las palabras pueden ser muy tramposas. La verdad, si es que existe, suele estar en los silencios.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Como todos… Por suerte, tengo un Superyó más ancho de hombros que el portero de una discoteca.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Izquierda, aunque la mía. Pero es una idea que siempre está en obras como la Sagrada Familia.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Le hicieron la misma pregunta a un niño y dijo que gato o jedi. Contestaré lo mismo.

¿Cuáles son sus vicios principales? La impaciencia. ¿Cuándo se acaba esto?

¿Y sus virtudes? La tenacidad y la ingenuidad, aunque a veces me parece una virtud y a veces un defecto.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No sé si es muy clásica, pero supongo que me vería un segundo antes de comerme aquel trozo de calamar a la romana y me maldeciría. Me vendrían imágenes de mi familia llorando junto a mi féretro, un poco incómodos al tener que contarle a los demás que su hija ha muerto atragantada con algo realmente pequeño cuando es casi imposible que suceda. Y quizás, antes de exhalar mi último aliento, me vería de nuevo en el vientre de mi madre, en un viaje circular. Y todo encajaría.

T. M.