miércoles, 12 de octubre de 2022

Entrevista capotiana a Carla Guelfenbein

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carla Guelfenbein.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Elegiría una de las ciudades invisibles que describe Calvino.  Por un instante pienso que me gustaría vivir en  una de las ciudades del deseo, esas que desatan las pasiones, que despiertan amores locos y absolutos, pero  luego pienso que si va a ser para toda toda la vida, me quedo en una ciudad sutil, una ciudad abstracta, aérea,  en la que que todo cabe con levedad, incluso la pasión, si eso es posible.     

¿Prefiere los animales a la gente? Me gustan los animales gente, y no me gusta la gente animal.

¿Es usted cruel? Definitivamente no. Lo que no significa que no he hecho daño. El daño es colateral a la existencia. Se vive,  se daña y te dañan. Es irremediable.

¿Tiene muchos amigos? Conozco a mucha gente. Pero no todos a quienes conozco son mis amigos. Por mi biografía  de vida un poco errante, no solo en geografía pero también en labores y existencias, he ido dejando amigos en diferentes partes de mi historia, algunos han desaparecido, algunos han permanecido en los márgenes, y unos pocos se han quedado en el centro de mi corazón. A esos amigos y amigas les mimo mucho, muchísimo, porque sin ellos y ellas probablemente desaparecería en una de las ciudades invisibles.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Busco poder decir barbaridades y no ser juzgada, busco poder compartir secretos y no ser traicionada, y viceversa, busco risa, mucha risa, un poco de locura compartida, y toneladas de cariño.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?  En absoluto. Lo que no significa que de tanto en tanto me siento decepcionada. Sobre todo, cuando espero mucho, cuando lo espero todo. Al final,  depende de las expectativas. Con los años he afinado mi sentido de realidad y con ello han  disminuido enormemente las decepciones.

¿Es usted una persona sincera? Sí. Lo que me ha traído algunos problemas. No soy muy dada a las mentiras piadosas.  

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? No sé lo que es el “tiempo libre” o más bien, mi tiempo entero es libre, lo que también es una prisión, porque no hay límites que lo separen del “tiempo cautivo” entonces el tiempo se vuelve un  animal salvaje que debes domar con perseverancia y  paciencia.

¿Qué le da más miedo? Últimamente he pensado mucho en la muerte. Seres muy cercanos han partido o están luchando en este mismo instante, mientras escribo, contra la muerte. Y he descubierto que dejar la vida  no me asusta. Pero sí me asusta el dolor de mi seres queridos, y también me asusta el tránsito. Mi anhelo es que la muerte me sorprenda durmiendo. En tanto, temo. 

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Hay muchas cosas que me escandalizan y tal vez una de las que más, es el abuso de poder. Por mi cercanía con Gioconda Belli, escritora Nicaragüense, hoy me escandaliza la desfachatez, locura, arrogancia y crueldad, de Ortega y su horrible esposa que persiguen no solo a quién  levante la voz, pero también a quienes fueron sus amigos. No hay palabras para describir la repulsión que siento.

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? He hecho muchas cosas. Estudié biología y me especialicé en genética de población, luego estudié diseño gráfico y trabajé varios años como diseñadora, fui directora de arte y editora de moda de la revista ELLE,  y hoy, además de escribir, desarrollo  algo así como una “obra pictórica” en la que combino imagen y texto, así que, podría, si la vida no me hubiera remecido con sus movimientos telúricos, haberme quedado en cualquiera de esas estaciones.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta subir cerros, practico yoga hace 25 años, y me fascina recorrer las ciudades escuchando música. Hoy precisamente caminé 17 kilómetros por Madrid.

¿Sabe cocinar? Así como saber, saber, no. Cocino y me gusta mezclar ingredientes y sabores, pero mi labor es muy instintiva. Por suerte la mayoría de las veces mi instinto me lleva a buen puerto. Me gusta cocinar para los demás. Para mis hijos y mis amigos.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Yo escribiría sobre Clarice Lispector.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Empatía.

¿Y la más peligrosa? Ignorancia.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Para responder esta pregunta tendría que ir tema por tema explicando mi parecer, porque los nombres y apellidos hoy son reduccionistas y peligrosos. Durante una vida me he considerado una mujer de izquierdas, y sigo siéndolo, pero, ¿y el chavismo? ¿Y Ortega en Nicaragua quién se autodenomina Sandinista? No. Hoy no basta con una etiqueta.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me gustaría ser un árbol milenario de la Patagonia Chilena.

¿Cuáles son sus vicios principales? La credulidad.

¿Y sus virtudes? No tengo ninguna confesable.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Intentaría invocar con mi imaginación  un paisaje, el último, el más sublime, el definitivo.

T. M.