domingo, 13 de noviembre de 2022

Entrevista capotiana a Mariana Sández

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mariana Sández.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La biblioteca nacional de Londres, con la cafetería funcionando, que no falten el café y los roles de canela.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la gente, pero depende de cómo, quién, dónde, cuándo y fundamentalmente cuánta. Al margen de que mi gato es muy gente.

¿Es usted cruel? Conmigo misma, mucho. Con otros, casi nunca. Sin duda querría lograr algo más intermedio.

¿Tiene muchos amigos? Pocos que sean profundos pero siempre estoy haciendo nuevos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Poder hablar sin tapujos.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Para nada, al contrario, por lo general suelen maravillarme ciertos niveles de entrega y generosidad.

¿Es usted una persona sincera? Demasiado, aunque aprendí a moderarlo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leer, investigar sobre literatura, escribir lo que sea. Ver cine o series.

¿Qué le da más miedo? La muerte de los seres queridos, primero, luego la mía. La guerra. Los problemas climáticos que no estamos pudiendo frenar. El hambre, el frío extremo, cualquier tipo de enfermedad grave.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Los políticos y su impunidad para manejar países sin ningún altruismo ni miramiento por la humanidad que no sean sus propios asuntos. Las dictaduras explícitas o implícitas, nacionales o familiares, en el macro y el micro plano. Me horrorizan los padres y madres capaces de dañar, maltratar y, ni hablemos ya, de matar a sus hijos. Me espantan quienes pueden hacer eso mismo con ancianos o animales. Me impresiona cómo pasamos todo el tiempo delante de gente en situación de calle sin reaccionar, incluso sin disimular nuestro cómodo bienestar.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Seguro investigadora literaria y profesora universitaria. O también paisajista. Aunque mi sueño adolescente era ser cantante de jazz.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Gimnasia  y caminar.

¿Sabe cocinar? Aprendo y me relaja hacerlo si no me quita tiempo de lo que me importa, que ciertamente no es la comida. Entonces suelo cocinar escuchando un audiolibro o podcasts en un idioma que quiero aprender. Soy incapaz de hacer una sola cosa a la vez, e incapaz de seguir recetas, me aburren, improviso.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? El escritor británico Roald Dahl.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libro.

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Detesto cualquier tipo de violencia o de muerte, aunque a alguna vecina, alguna vez, sí, en el plano de la fantasía.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Me abstengo.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Palabra.

¿Cuáles son sus vicios principales? Soy muy autoexigente y eso tiene una derivación de cosas pesadas de llevar.

¿Y sus virtudes? Lo bueno de ser exigente es que me vuelvo perseverante, tenaz, autosuficiente, no me rindo y apenas algo no sale o va mal, redoblo las apuestas o busco soluciones inmediatas.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Mi hija. Mi marido. Cada persona de mi familia, los momentos felices.

T. M.