martes, 13 de diciembre de 2022

Entrevista capotiana a Iria Fariñas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iria Fariñas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? En una isla con acantilados y playas de colores extraños. Quizá en Menorca o en Lanzarote. Quizá en una de la que aún no conozco el nombre.

¿Prefiere los animales a la gente? Depende del animal y depende de la persona. Prefiero a mis gatas a la mayoría de la gente y prefiero a mis amigas a la mayoría de los animales.

¿Es usted cruel? En palabras, a menudo. En acciones, casi nunca.

¿Tiene muchos amigos? Mis amistades son discontinuas y viven en diáspora. Si hacemos la suma de individuos, sí, quizá podrían considerarse muchos. Si contamos los momentos compartidos, el tejido se transforma en unas pocas amistades en las que las voces y las pieles se relevan unas a otras.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Personas que divaguen, que pierdan el tiempo, que se entreguen a tareas inútiles, que se fascinen una y otra vez, que escriban mensajes eternos tras un año sin hablar con alguien. Que disfruten de placeres diversos, también de manías. Que mientan por cuestiones estéticas o narrativas, no por estrategia interpersonal. Personas abiertamente vulnerables, propensas a la intimidad y sus laberintos. Que relaten lo que soñaron en detalle. Que hagan preguntas. Que se pierdan en su discurso. Que se asombren y se detengan. Que cambien los nombres de las cosas. Que se rían haciendo ruidos raros. Que hayan llorado en un supermercado. Que envíen canciones sin contexto. Que subrayen y presten libros. Que devuelvan los libros que les han prestado. Que al menos una vez hayan robado un libro o un vaso. Que ofrezcan un vaso de agua nada más entrar a su casa. Que inviten a dormir en esa misma casa a personas a las que conozcan poco y que en mitad de la noche les cuenten sus secretos. Personas propensas a asociaciones aleatorias y a situaciones dignas de ser anécdotas. Personas dispuestas al reencuentro.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Tiendo tanto a la decepción como al ensalzamiento.

¿Es usted una persona sincera? Sí, excepto cuando no. Nadie parece percibir la diferencia.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Tengo dos vertientes: la hiperactividad experiencial y el modo ameba. En la primera, se dan cenas con todo tipo de acompañantes, actividades extraescolares, excursiones, creaciones individuales o colectivas, noches en alguna playa, aprendizajes (de idiomas, de prácticas artísticas, etc.), cafés, autobuses, coreografías, entradas a conciertos, proyecciones y teatros. Puedo coger un tren en un impulso y aparecer en el país vecino, convertirme en el centro de una fiesta o lanzarme al mar en enero. En la segunda, solo alcanzo a la lectura, la reproducción de películas y la caricia a mis gatas; y todo ello sucede en mi cama.

¿Qué le da más miedo? Sonará a cliché (los clichés lo son por algo), pero el paso del tiempo.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Que el helado de chocolate no sepa a chocolate.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Me habría convertido en física teórica o en parte de una asociación dedicada a la prevención de la deforestación o en dueña de una cafetería con los mejores desayunos de la zona. También podría haber sido una ermitaña hedonista. O periodista en Praga o en París. O manager de algún personaje ridículo y famoso. O psicóloga, pero de eso me habría arrepentido pronto. Detective privado, quizás.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Me gusta correr, en especial por el paseo marítimo. También asisto a clases de danza contemporánea y voy a un gimnasio donde pegamos golpes a un saco de boxeo.

¿Sabe cocinar? Tengo cierta intuición y buen ojo, pero nunca he logrado seguir una receta. Cocino sobre todo cuando va a venir alguien a comer a casa. No suelen quejarse.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A mi profesor de Ciencias sociales: me tenía de compinche (quién sabe junto a qué otros) para detectar casos complicados en mi instituto, tales como sospechas de que alguien no tuviera para comer en casa, maltratos, etc. Nuestro centro acumulaba muchas situaciones difíciles y él estaba focalizado en ayudar a sus alumnos. A su vez, tenía una historia personal oscura y trágica.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Mañana.

¿Y la más peligrosa? Mañana.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Sí, pero solo cuando sabía que era imposible.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Unas utópicas (utopía como dirección, no como meta).

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un sauce llorón o una leyenda urbana.

¿Cuáles son sus vicios principales? El azúcar, el enamoramiento, el riesgo, las proyecciones, el queso, la frustración, la escritura, el llanto, las responsabilidades, el vino blanco, las series, la ansiedad, las canciones tristes, las redes sociales, la nostalgia, el desbordamiento, la memoria, la procastinación, la ironía, los símbolos, el dramatismo. Y hay más.

¿Y sus virtudes? La transversalidad y su gestión, la permeabilidad, los desayunos que preparo, la empatía, la insistencia, la creatividad, los rizos, la curiosidad, las redes mentales, el desbordamiento, la memoria, la liricidad y lo lúdico, la ironía, los símbolos.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Las manos de mi madre. El ruido de mis hermanos hablando todos a la vez. El pájaro al borde del precipicio en Okinawa. El calor en la espalda de un abrazo antes de dormir. El hold on beauty de Anne Carson. Las enredaderas de la casa de mi infancia.

T. M.