martes, 14 de febrero de 2023

Entrevista capotiana a Iván Pardo Utiel

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Iván Pardo Utiel.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Ese lugar tendría un momento y en conjunto sería San José, en el Cabo de Gata, en invierno.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la gente, pero eso no quita que tenga una extraña conexión con los animales. Con los animales no puedo tirarme horas y horas hablando de la nada. Aunque para dar apoyo moral son los mejores. No cambiaba a mis dos gatas por nadie, la verdad sea dicha.

¿Es usted cruel? Soy cínico, pero no cruel, aunque en algún momento me hubiera gustado tener esa inquina, esa bilis para poder devolver alguna cabronada. Pero no me sale, no está en mí. Por suerte o por desgracia. Aunque diría que por suerte.

¿Tiene muchos amigos? Pensaba que podía contarlos con los dedos de una mano, pero este verano, tras un episodio complicado, pude ver que hay más gente dispuesta de la que en un principio pensaba.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sepan estar en los momentos difíciles y que apoyen y celebren los éxitos conjuntos. Me parece que es la parte más importante de la amistad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si alguien te decepciona es porque tienes unas expectativas puestas en ese alguien. Puede sonar frío lo que voy a decir, pero no espero nada de nadie. Cada uno tenemos nuestras propias circunstancias y nuestros propios problemas que resolver. Así que no, no suelen decepcionarme. Y, aunque esto otro que voy a decir pueda sonar egocéntrico, yo soy el único capaz de decepcionarme a mí mismo.

¿Es usted una persona sincera? Intento serlo y sin herir a la persona que tengo delante. Es un ejercicio un tanto complicado. Estamos trabajando en ello día a día.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta ocuparlo con historias ajenas, ya sean películas, novelas, teatro, videojuegos… La música es otra parte importante en mi vida por lo que intento ir de concierto siempre que puedo. Por último, me encanta caminar por ciudades desconocidas por el simple y llano hecho de estar un rato conmigo mismo.

¿Qué le da más miedo? Llegar al final de la vida, mirar hacia atrás y arrepentirme. Que el balance sea más negativo que positivo. Llegar a ese último instante y ser consciente de que no he vivido conforme a mi yo interior me aterra.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La meritocracia tendría sentido si todos partiésemos de la misma línea de salida, una base idéntica, hecho imposible. Y aun así hay gurús o vendehumos que se vanaglorian de haber llegado a ser tal o cual, apelando al esfuerzo, sin analizar la realidad de la que vienen. Creo que hay que tener en cuenta muchos factores además del esfuerzo. No diría que me escandalizan, pero sí me ponen de mala hostia.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Morirme del asco. Me he dado cuenta de que crear, sea lo que sea, es la chispa que me ha faltado todo este tiempo.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Cuando tengo tiempo voy a escalar, a rocódromo. Es un ejercicio tanto físico como mental ya que alcanzar la presa top da un empujón a la moral. La agarras con ambas manos y dices "lo he conseguido". Es muy motivador.

¿Sabe cocinar? Cuando empecé la universidad comencé a desarrollar la cocina de supervivencia. Imagina la situación: un frigorífico universitario donde queda media cebolla, una cucharada de tomate triturado y un cuarto de limón pocho. Y con eso cocinaba. Con el tiempo he ido ampliando el recetario y, desde que vivo en Valencia, me he “especializado" en arroces y pescados porque, o sabes hacer paella o en la “terreta” te crucifican.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Max Demian. Un personaje enigmático del cual Hesse nos dio, a mi parecer, poco. Aunque lo bueno, si breve… Ya se sabe. Me surgieron muchas preguntas al terminar el libro: de dónde viene, qué le ocurre, si realmente existe o está todo en la cabeza de Emil Sinclair.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Del euskera, me quedo con “iraultza”. Estoy en negociaciones con mi pareja para ponerle este nombre a nuestra primera criatura.

¿Y la más peligrosa? Fascismo, en todas y cada una de las lenguas habidas y por haber, en todas y cada una de sus expresiones, en todas y cada una de sus letras.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Mi crueldad y mala sombra no llegan a ese nivel. Ni se acercan.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Si le preguntaras a mi familia dirían que anarquista. Mi pareja diría que un rancio. Yo me defino como internacionalista sin caer en la enfermedad del “izquierdismo”. 

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Marinero o vaquero, por la serenidad y brutalidad del horizonte.

¿Cuáles son sus vicios principales? La pereza es mi primer vicio y pecado capital, aunque también añado el soñar despierto.

¿Y sus virtudes? Soñar despierto es tanto una maldición como una virtud. Permanecer demasiado tiempo en el campo de los sueños es peligroso, pero no permitirnos tenerlos es peor todavía. Nuestros propios sueños son las utopías que nos ayudan a caminar.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un plano secuencia en primera persona desde que salgo del útero de mi madre hasta ese instante, que se convertiría en una enorme chispa de luz en la que desaparecer fundido para aparecer al otro lado, sea lo que sea que ocurra al otro lado.

T. M.