domingo, 16 de abril de 2023

Entrevista capotiana a Antonio J. Ruiz Munuera

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Antonio J. Ruiz Munuera.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Eso de no salir jamás, no lo llevaría muy bien. De tener que elegir una cárcel, me gustaría un lugar rodeado de agua, donde perder la vista y alimentar ilusiones. Estudiando las corrientes y fantaseando con escapar, como hacía Henri Charrière en Papillon.

¿Prefiere los animales a la gente? No, pero soy consciente de su naturaleza, exenta de auténtica maldad. Los animales nunca dañan por gusto, a diferencia de los humanos.

¿Es usted cruel? No. Como humano, cometo errores, pero soy de la subespecie Sapiens amabilis, y procuro no hacer cosas así.

¿Tiene muchos amigos? Más de los que merezco. Algunos harían cualquier cosa por mí, igual que yo por ellos, pero nunca necesito que lo demuestren, me basta con saberlo. Una certeza que te ayuda a caminar por la vida. No hay nada mejor.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sobre todo, la estabilidad. Esa sensación de notarlos cerca, a pesar de la distancia, los años y los problemas que nos tienden trampas en el camino. Sentirlos contigo, siempre.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Lo que lo son, nunca. Mis amigos son indestructibles. Quienes me han decepcionado solo llevaban un disfraz, y ese tarda poco en caerse, sin llegar a ganarse la categoría de amigo. Esos galones necesitan otro tratamiento.

¿Es usted una persona sincera? Sí. A veces, más de lo conveniente. En ocasiones desarrollo la prudencia social con las palabras, pero mi cara es un libro abierto, que siempre me delata.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Soy una persona de espacios abiertos, necesito las montañas, las cumbres, el mar. No puedo vivir sin escapar al monte cada pocos días. Esa es mi vida.

¿Qué le da más miedo? Perder a mis seres queridos. Pero no físicamente, sino perder su confianza, su amor, que algún día se alejasen de mí. Eso me aterra.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Me escandaliza el egoísmo, las personas que son incapaces de empatizar, de ponerse en el lugar del otro. Lo considero el comportamiento más dañino del hombre, porque un egoísta haría cualquier cosa para lucrarse.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Sería fotógrafo de viajes. Documentaría la historia, los lugares, daría a conocer las cosas hermosas de nuestro planeta, dando cuenta de lo que ocurre en el mundo; en realidad, lo mismo que hago ahora, pero cambiando palabras por imágenes.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Hago escalada en roca, bicicleta de montaña y windsurf. Me encanta el deporte, sobre todo en plena naturaleza.

¿Sabe cocinar? Me defiendo, pero nunca soy capaz de repetir una receta de forma coherente. Lo mío es tirar de restos de frigorífico, hago comida de guerrillas.

Si el Readers Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Mi personaje inolvidable sería Jack London; pero no contar su historia, sino vivir su vida, navegar a vela, experimentar la colonización de Alaska en el Klondike, escribir cosas tan hermosas como El vagabundo de las estrellas.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ahora.

¿Y la más peligrosa? Nunca.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Lo he hecho, de forma figurada, muchas veces. Soy escritor de novela negra. Aun así, no es algo que me guste.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Apoyo las causas justas, a la gente decente. En la política local siempre lo tengo claro, acostumbro a relacionarme con los vecinos de mi pueblo y voto a las personas buenas, no a los políticos. En lo nacional, a aquellos que traducen sus propuestas en realidades, aun perdiendo su jerarquía. A los pocos que son fieles a un ideario, no a una ideología.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? He tenido mucha suerte en la vida. Soy lo que quiero ser.

¿Cuáles son sus vicios principales? Mis vicios son los que se definían en la antigüedad como de gente “degenerada”. Soy amante del placer, del ocio, de la tranquilidad. En ese sentido, una persona poco productiva.

¿Y sus virtudes? Las mismas. El vicio y la virtud dependen del cristal con que se miren. Pero, en términos generales, podría decirse que soy una persona honesta. Con eso me basta.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un flotador, jajaja. En realidad, creo que pensaría en todo aquello que no he podido terminar, los proyectos de vida, que se ahogarían conmigo. No me gusta dejar las cosas a medias. Es como un bello edificio al que solo han hecho la estructura, con sus paredes vacías, llenas de aire. Habría que morir después de terminarlo, con las macetas puestas en los balcones.

T. M.