lunes, 22 de mayo de 2023

Entrevista capotiana a Adolfo Burriel Borque

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Adolfo Burriel Borque.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Vivo en Aragón desde los dos años, y nací en un pueblo perdido de Soria. He sentido mi vida arraigada a aquellos lugares que, por una u otra razón me tuvieron: mi pueblo aragonés, Zaragoza, mi pueblo soriano… Si solo me  dejaran un lugar para vivir, pensaría mucho el mar, y mucho en Zaragoza, pero me iría a Soria, a Soria ciudad.

¿Prefiere los animales a la gente? No, no podía seguir sin gentes, sin miradas, sin voces, sin manos, sin amores… Siempre la gente.

¿Es usted cruel? No, y lo digo sin matices. Ni lo fui nunca.

¿Tiene muchos amigos? Tengo amigos, y guardo en mí –y sé que me guardan– muchos afectos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? La lealtad, el cariño –siempre el cariño– y poder compartir la solidaridad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, no sabría señalar decepciones que me hubieran marcado. Hay, a veces malos momentos, pero, si la amistad existía, nunca la decepción  real he llegado a sentirla Hay otras muchas cosas, eso sí fuera de la amistad, que me han llenado de decepciones.

¿Es usted una persona sincera? Siempre hay reservas, y hasta medias verdades –o mentiras no decisivas– en la vida de cualquiera, También en la mía.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta leer, caminar, estar conmigo y con mis gentes, amigos y cercanos, repasar poemas, buscar lugares libres…

¿Qué le da más miedo? El retroceso social: la vuelta al mundo sin derechos o libertad, a la intransigencia, a la falsedad, a la ausencia de luz, al descalabro colectivo… Y no faltan razones para esos temores.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La terrible mediocridad, la gran manipulación con que muchos, y no precisamente sin influencia, nos tratan.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hice muchas cosas. Entre ellas, tratar de que lo que pienso, con otros más, tuviera cauces para poderse expresar. Dediqué –y eso, un largo tiempo, me apartó de la escritura– años centrales de mi vida a la actividad social e institucional.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Camino, es mi gran ejercicio. Y camino a diario, no menos de hora y media.

¿Sabe cocinar? Soy quien cocina en casa. Quien hace la compra y quien cocina. Es mi parte natural en el trabajo doméstico.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? ¿Uno solo? A Jesucristo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Niño, niña.

¿Y la más peligrosa? Poder.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Nunca, ni en mis peores sueños.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy una persona de izquierdas y he militado en la izquierda política. No entiendo mi vida sin hacer trabajar a mi pensamiento.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Hoy no encuentro ser otra cosa que poeta, o escribidor de poemas. Me gustaría sí, ahora que comienzo esa andadura, ser un buen abuelo.

¿Cuáles son sus vicios principales? El desorden, la falta de tacto, la insensatez…, la vagancia.

¿Y sus virtudes? Quizás –aunque no a todos le parecerá una virtud– el optimismo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Creo que lamentaría hasta lo indecible quedarme definitivamente sin mi gente.

T. M.