viernes, 16 de junio de 2023

Entrevista capotiana a Agustín Porras

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Agustín Porras.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Creo que esta será la única pregunta del cuestionario para la que no tengo una clara respuesta. Digamos que no me quejaría demasiado si fuese éste donde ahora mismo me encuentro (Madrid).

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a la gente que ama a los animales.

¿Es usted cruel? Aunque, sin duda, he hecho daño a algunas personas, confío en no haber merecido jamás ese tremendo calificativo.

¿Tiene muchos amigos? Sí. Me considero un hombre enormemente afortunado, sobre todo en lo que a la amistad y el cariño se refiere.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Valoro el rasgo positivo, distintivo que pueda poseer cada uno de ellos, pero sólo el afecto y la confianza mutua sustentan eso que llamamos amistad.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. No culpo a nadie. He perdido, evidentemente, buenas amistades, pero no descarto la posibilidad de que el defraudador hubiera podido ser yo.

¿Es usted una persona sincera? Ya lo dijo Pessoa. La persona que creo que finjo ser soy realmente yo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Suelo esperar a que algo o alguien me saque de mi patológica inacción.

¿Qué le da más miedo? La cobardía en el vivir. A aquel que vive con miedo /

no hace falta que le expliquen  / en qué consiste el infierno.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El famoseo, la telebasura. Esa descontrolada pulsión, esa infantil necesidad de tratar de escandalizar a los demás.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? No puedo definirme como escritor, por más que, efectivamente, sea real esa necesidad que a veces tengo de escribir. Qué interés pueda tener mi vida / es algo que quizá no entienda nunca, / pero sé que no podría vivir / sin hacerme a menudo esta pregunta.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No soy una persona muy activa físicamente, pero me gusta caminar; y, aunque me cuesta, de vez en cuando acudo a un gimnasio.

¿Sabe cocinar? La verdad es que, habiendo sido un inútil total en este asunto, desde que me jubilé en 2017 me defiendo bastante bien entre ollas y sartenes.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Sin duda alguna, sobre Ángel Guinda, mi querido amigo y extraordinario poeta. Animo a los lectores de esta encuesta a consultar su valiosa y útil obra.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ojalá (si Dios quiere), Así titulé mi primer libro de poemas.

¿Y la más peligrosa? Sadismo. No la palabra en sí, sino la puesta en práctica de cualquier acto o discurso contaminado de ella.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No, salvo a mí mismo. De jovencito fantaseé con la posibilidad de un suicido (mejor dicho, con la posibilidad de sufrir un accidente mortal que acabase con tanto sufrimiento, producto entonces de mi poderosa enajenación).

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Mi hijo se ríe de mí (yo también) cuando, para entendernos, llegamos a la conclusión de que debo ser algo así como un anarquista excesivamente moderado (aquí debería ponerte uno de esos emoticonos de alguien partiéndose de risa).

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? De momento, sinceramente, aún estoy (a pesar de mi edad) en proceso de llegar a ser algo.

¿Cuáles son sus vicios principales? El mayor, sin duda, el de mi eterna petición de socorro ante un peligro que no existe realmente para mí. Pero, al vicio de pedir…

¿Y sus virtudes? No las llamaría yo así, pero creo que voy bien servido de paciencia y esperanza.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Me he imaginado muchas veces como protagonista de esa pesadilla. Afortunadamente, siempre salgo a flote, como digo en esta copla: Náufrago profesional, / siempre en peligro mi vida, / aún confío en que el mar / me ha de llevar a la orilla.

T. M.