miércoles, 14 de junio de 2023

Entrevista capotiana a Mercedes Rosende

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Mercedes Rosende.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me adecuo con facilidad a los lugares, cambios de país, de vida, lo he hecho muchas veces por trabajo y algunas por elección. Viví en sitios ¨difíciles¨ como Haití, y nunca lo pasé mal: puedo armar una vida casi en cualquier lado.  Pero si tengo que elegir un solo lugar del que nunca saldré, me quedo con Montevideo, el que más quiero, donde están casi todos mis afectos.

¿Prefiere los animales a la gente? Gente y animales, ¿por qué no elegirlos a todos? Soy la mujer que ama a los perros, parafraseando la novela de Leonardo Padura. Pero la gente siempre por delante. 

¿Es usted cruel? Absolutamente no, al menos no conscientemente. Es una reflexión que me planteo desde siempre, ¿qué te lleva a ser cruel deliberadamente, a hacer sufrir? ¿Qué empuja a un ser humanos a torturar y matar, o simplemente a amargarle la vida a los otros? De todas formas, quién no sido cruel algunas veces, por acción o hasta por omisión.   

¿Tiene muchos amigos? Sí, tengo muchos y muy buenos amigos. Están desparramados por el mundo, los quiero y los extraño cuando no los tengo cerca, los necesito para retroalimentarnos de conversaciones políticas o banales, para intercambios de libros, recomendaciones de series y películas. 

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sean capaces de soportarme.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Me decepcionaron, y yo también los decepcioné. Las relaciones humanas son hermosas, pero complicadas.

¿Es usted una persona sincera? No, en absoluto: soy escritora.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Aire libre y paseos, o sofá y estufa a leña y libros, esa es mi idea del paraíso, con sol o con frío.

¿Qué le da más miedo? El miedo a las cucarachas me ha llevado a hacer cosas absurdas, sí.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La maldad contra los débiles, especialmente las agresiones contra los niños.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Ya lo hice muchos años, fui notaria la mitad de mi vida, y antes de eso, una lista interminable: funcionaria pública, traductora en el Correo, trabajé en una casa de remates, en una constructora y en hotelería, fui  profesora de matemáticas y de francés, enseñé escritura creativa en una universidad y en un taller, hice radio y televisión, trabajé en procesos electorales, de columnista en un semanario, y ahora, recién ahora de escritora.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? El ejercicio físico no me da ningún placer, nunca logré extraerle esas benditas endorfinas de las que hablan. Pero claro, sé que es bueno para mi salud mover el esqueleto, entonces salgo a correr. Mentira, no corro, sería mejor decir que troto: lo hago sin exigencia de velocidad y en cortas distancias. Intento trotar 2 o 3 veces por semana. ¿Lo logro? Bueno, la verdad es que rara vez.

¿Sabe cocinar? Antes no me interesaba, pasé años haciendo comidas que mis hijos recuerdan frunciendo la boca. Lo hacía más por obligación que por placer. Pero un día despertó la cocinera que había en mí, y hoy no digo que sea una chef, sí que he subido algunos peldaños en la escala, aunque no muchos, porque mis hijos siguen frunciendo la boca.  

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A la directora de mi escuela primaria, una bruja malvada y sádica que, con su voz de trueno, nos hacía formar filas en un patio exterior y en invierno con cero grado, como si en vez de niños menores de 12 años fuéramos soldados preparándonos para ir a la guerra.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libertad.

¿Y la más peligrosa? Promesas.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Todo el tiempo, ¿por qué cree que escribo novelas de crímenes? Mato literariamente a la gente que no me gusta, me cuesta barato en términos de esfuerzo, me da placer, y no voy presa.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Nací en Uruguay y ahora vivo en España, no conozco escritores que no se definan de izquierda. Y allá voy, con la corriente.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Tengo en la columna del debe hacer jardinería, pero nunca puedo, es un trabajo que no se puede abandonar, dejarlo e irse a un festival. 

¿Cuáles son sus vicios principales? La holgazanería, la molicie, mi amor por el ocio.

¿Y sus virtudes? La holgazanería, la molicie, mi amor por el ocio.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? No sé qué vendría a ser el esquema clásico de imágenes mientras uno se ahoga, y como nunca me ahogué, tampoco sabría decirlo.

T. M.