Si tuviera que vivir en un solo lugar,
sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Me gustaría decir que en un
sitio idílico, como una cabaña de montaña, o una playa sedosa. Pero no es
cierto. Si no pudiese volver a salir de él, me gustaría vivir en el centro de
una gran ciudad. Cerca de un parque frondoso y en un piso luminoso y aireado de
un edificio con buenos vecinos (puestos a elegir).
¿Prefiere los animales a la
gente? Por lo general, no.
Pero depende de para qué y, además, hay gente que son como animales y animales
que son como gente.
¿Es usted cruel? Defina cruel. No me deleito
en el sufrir ajeno; al contrario. Sin embargo, reconozco que a veces puedo
transmitir indiferencia o disfrutar de algún que otro pequeño plato frío. ¿No
lo hacemos todos? Piense en la última vez que un conductor casi le hizo caer de
la bici o tropezó con un patinete mal aparcado.
¿Tiene muchos amigos? Todos los que puedo. Pero
un amigo, además de la suerte de encontrarlo, el kairos griego, necesita
cultivo. Sé que algunos he perdido. Es el peaje de haber hecho muchas mudanzas.
¿Qué cualidades busca en sus
amigos? Una vez que son
amigos, las cualidades que tienen.
¿Suelen decepcionarle sus
amigos? Sí. Y yo a ellos. Y
sin embargo, seguimos siendo amigos. Nos decimos perdón, intentamos comprender,
no juzgar y cuidarnos, hacerlo mejor la próxima vez. Y seguir navegando.
¿Es usted una persona
sincera? Depende de la
pregunta.
¿Cómo prefiere ocupar su
tiempo libre? Con historias. Me
gusta que me cuenten historias en el formato que sea, incluidos los artículos
de prensa, los poemas, las canciones, los grafitis, las conversaciones y las
ventanas de los edificios, los trenes y los coches, además de libros, películas
y radio/podcasts. Con movimiento (deporte, bailar, viajar, andar). Con soledad
deseada.
¿Qué le da más miedo? El vacío, en todos sus
significados: la ausencia permanente de un ser querido; la pérdida de la
memoria necesaria; la desaparición de la armonía; la inexistencia del amor,
ajeno y propio. Una dosis de temor está bien, pero el dominio del miedo lo
considero aterrador y contra eso lucho, también con mis libros.
¿Qué le escandaliza, si es
que hay algo que le escandalice? Desde pequeña, al parecer, tengo un relé sensible para lo que considero
injusto. La manipulación me sigue escandalizando bastante, pese a la época en
la que vivimos, la negación de los hechos. El cinismo improductivo también es
un lujo ante el que suelo rebelarme.
Si no hubiera decidido ser
escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Aunque me dedicase a otras
cosas, y lo he hecho, creo que siempre llevaría una vida creativa. Soy una
persona creativa y eso se nota incluso en mi forma de cocinar. Siempre lo he
sido y agradezco mucho a mis padres que cultivasen y permitiesen desarrollar
esa parte de mí. Todo es más fácil si uno es creativo, es una regeneración
continua, como las hojas de un aloe.
¿Practica algún tipo de
ejercicio físico? Sí, a menudo. La bici es mi medio de transporte favorito, un invento
fabuloso. Nadar, sumergirme en el agua siempre que puedo (Hannah Arendt decía
que era una especie de hogar). Caminar y correr me ayuda a pensar mejor. Y más.
¿Sabe cocinar? Sé cocinar, sobre todo para
mí y los míos, sé dónde está el toque que les da placer. No me gusta cocinar de
forma rutinaria, me parece que está infravalorado, como muchas otras tareas que
tradicionalmente han desarrollado las mujeres.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre
«un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Le pediría Reader’s Digest
que eligiesen ellos, dado que van a pagar. Si me obligaran a elegir, y dado que
estamos en el mundo de la fantasía, diría que a Friedrich Nietzsche (pero
posiblemente esto tiene que ver con razones personales por “Nacidos después de
muertos”).
¿Cuál es, en cualquier
idioma, la palabra más llena de esperanza? Un nombre. De un sitio o de un ser. Por eso son los
términos más tatuados sobre la piel de las personas.
¿Y la más peligrosa? Yo. Cuando la persona
descubre que algo es personal, que le atañe, la aniquila, la engrandece o la
hace especial, eso le da un poder casi sobrehumano, casi eterno, que la lleva a
pintar un muro, tallar una piedra, escribir un verso, escalar una cumbre,
empuñar un arma, besar, navegar un río, levantar la mano, tirar de la cuerda,
cruzar el océano o apretar un botón.
¿Alguna vez ha querido matar
a alguien? No, nunca. Puedo
imaginar situaciones en las que quizá lo desearía. Puedo imaginarme situaciones
en la que quizá haber matado a alguien habría ahorrado males mayores. Pero
nunca he tenido el deseo propio de matar a alguien, afortunadamente.
¿Cuáles son sus tendencias
políticas? Hablar de
tendencias políticas en un momento en el que hay tanta polarización no me
parece la mejor forma de definirme. Yo estoy siempre a favor del diálogo, de
escuchar las propuestas y alternativas y de recabar la mayor información
posible para tener una opinión formada, que a menudo no es ni instantánea, ni
pública.
Si pudiera ser otra cosa,
¿qué le gustaría ser? ¿Cualquier cosa? Sería ritmo, música. Creo en el poder curativo de la
música. Me imagino una reunión de enfadados hombres grises, como los de ‘Momo’
(Michael Ende), sentados alrededor de una mesa. Yo soy ritmo y los hago a todos
sacudir los dedos dentro del zapato, agitar el pie bajo el tablero al mismo
son. Mueven la rodilla, tamborilean sobre la mesa, se levantan, bailan juntos…
Sin duda el final de la historia tiene que ser un acuerdo de paz.
¿Cuáles son sus vicios
principales? No dormir lo
suficiente, pensar demasiado, autocuestionamiento, duda… aunque quizás otro día
te contestaría con vicios distintos.
¿Y sus virtudes? Disfrutar mucho de cosas
sencillas, por las cuales estoy muy agradecida. Y ese agradecimiento se
retroalimenta a mi alrededor y me regala nuevos disfrutes de más cosas
sencillas. Es mágico.
Imagine que se está
ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?
Quiero pensar que lo
primero que se me pasaría por la cabeza es intentar buscar soluciones a mi
ahogamiento. Una vez me haya rendido, mis pies, mis piernas, mis manos, mis
brazos, mi rostro: ha llegado el fin. El
mundo sigue sin mí.
T. M.