viernes, 10 de noviembre de 2023

Entrevista capotiana a Rebeca Argudo

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Rebeca Argudo.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Una aldea asturiana donde viviesen todos a los que quiero y con nuestro bar de confianza.

¿Prefiere los animales a la gente? No me gusta toda la gente y tampoco todos los animales. Así que prefiero algunas personas a los animales y algunos animales a la gente.

¿Es usted cruel? No.

¿Tiene muchos amigos? Tengo los suficientes buenos amigos como para sentirme afortunada y orgullosa.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No busco nada en ellos, lo encuentro sin más. Pero todos comparten algunas características: todos son generosos, divertidos, leales, inteligentes, interesantes, originales, honestos, talentosos…

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Es que yo no me decepciono mucho, porque para decepcionarse hay que esperar algo de alguien que luego no ocurre. Y yo no les haría eso a mis amigos, creer que deben comportarse de determinada manera y, si luego no lo hacen como yo decido, sentirme contrariada. Prefiero que sigan siendo ellos mismos.

¿Es usted una persona sincera? Soy sincera hasta el punto justo de no traicionar ni mentir, pero no tanto como para convertirme en el tipo de persona que lo suelta todo sin filtro ninguno y luego, escudada en ese “yo es que soy muy sincera”, lo que es en realidad es una maleducada y una grosera sin ninguna consideración. Dar toda la información, sobre todo la que sin aportar ningún beneficio solo causa daño, es una falta de respeto. Nadie necesita saberlo todo y hay cosas que es mejor no saber.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? No tengo mucho de eso, pero me gusta leer, estar con la gente a la que quiero, charlar tomando cañas, ver pelis y dormir.

¿Qué le da más miedo? La muerte y el sufrimiento de los míos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La falta de comprensión lectora y la ausencia de sentido del humor.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Cualquier cosa por la que me pagaran y que supiese hacer. Si me gusta, mucho mejor.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No. No me gusta nada hacer deporte. Me canso, me pongo de mal humor, sudo, no me divierto, ni me siento mejor. No hago deporte porque me convierto en la peor versión de mí misma y no es esa la imagen que quiero ofrecer a los que aprecio y respeto.

¿Sabe cocinar? Sí.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Soy muy poco mitómana, así que no sería un personaje sino una institución: El Real Colegio de San Clemente de los españoles en Bolonia.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Ilusión.

¿Y la más peligrosa? Disparen.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy una epicúrea huérfana de representación política.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un gato doméstico.

¿Cuáles son sus vicios principales? El chocolate, la cerveza y las palomitas.

¿Y sus virtudes? Si no me aburres, soy muy buena escuchando.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Espero que el “Greatest hits” de mi vida en formato musical de Broadway.

T. M.