sábado, 23 de diciembre de 2023

Entrevista capotiana a José Luis Esteban

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de José Luis Esteban.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El interior de un agujero de gusano, en cuyos bordes externos un horizonte de sucesos de infinitas posibilidades me harían la vida la mar de entretenida.

¿Prefiere los animales a la gente? Considerada como un superorganismo vivo, colonizador y viral, la gente es el animal más perfecto que ha generado el mecanismo de la evolución. Compartimos esa doble naturaleza de belleza y bestialidad. Nada me es ajeno. Me gusta tener gente en casa. Me gustan los perros. Pero no quiero perros en casa.

¿Es usted cruel? Puedo tener pensamientos crueles. Puedo tener una imaginación descarnada, violenta y obsesiva en ocasiones. Como decía Buñuel, el pensamiento es libre. Otra cosa es la vida. La crueldad es doblemente dañina, atormenta a quien la padece y envenena a quien la practica.

¿Tiene muchos amigos? Soy actor. La vida me lleva por muchos lugares, muchas ausencias, muchos viajes, tanto físicos como interiores.  Siempre tengo la sensación de que no se lo pongo fácil a mis amigos. Que no sé si son pocos o muchos, porque no sé con respecto a qué vara medir. Lo que soy es muy feliz con ellos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? No sé si las personas buscamos tanto cualidades como sintonías, conexiones emocionales que se manifiestan en expresiones más concretas –morales o no- que podemos reconocer como atractivas, emocionalmente vinculantes. Una vibración conjunta, dos partículas aleteando simultáneas. Un amigo es una onda que se suma a la mía  y nos permite surfear juntos. Una charla, una cerveza, un libro, una película, una mirada, una sonrisa, un dolor, un abrazo, un delirio.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No. Para eso tendría que haber una expectativa frustrada. Y no guardo expectativas con mis amigos. Los disfruto a lo que salga.  Sí que me he confundido a veces. Con personas a las que coloqué en el mismo lugar que a mis amigos y resultó que no lo eran. Que nunca lo habían sido. Errores de percepción por mi parte.

¿Es usted una persona sincera? Es una pregunta con trampa. Creo que la sinceridad, como todos los conceptos de los que se ha apropiado la moral imperante para usarlos a su antojo, tiene un margen de uso. Los extremos son inhóspitos, fronterizos y peligrosos. La sinceridad puede ser una piedra con muy buena puntería. Voy a responder con un verso de Bukovski: “¿Cómo se puede ser sincero y amable al mismo tiempo?”

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Adoro el tiempo libre. Me gusta verlo cabalgar, desatado y feliz, por la enorme pradera, piafar, relinchar, desafiar la gravedad con sus piruetas y correr como si no hubiera final, como si el mundo fuera de verdad una enorme planicie de verdor y libertad, hasta que despiertas y se acabó la hora de la siesta y el documental de la 2 con sus animales imposibles.

¿Qué le da más miedo? La vulgaridad. La irrelevancia. El fanatismo. Las almas negras. Los programas de Iker Jiménez.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La violencia contra los que no pueden defenderse. En cualquier ámbito, en cualquier formato, no importa el tamaño de la herida.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Hubiera sido profesor, sin duda. Lo fui, de hecho, en alguna de esas múltiples vidas que habitamos durante el tiempo que vivimos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Salgo a correr dos o tres veces por semana. Entre 10 y 12 km. Para mí, que vengo de tantos años de aversión profunda al ejercicio físico, es un logro que casi me parece mentira. Pero no lo es. ¿O sí?

¿Sabe cocinar? En casa cocino todos los días. Aunque sería más sincero decir que hago la comida, que es un escalón inferior al de cocinar. Pero soy un considerable hacedor de arroces.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Al coronel Kilgore, de Apocalypse Now.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Libertad.

¿Y la más peligrosa? Odio.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Ni siquiera fantaseando, y soy capaz de fantasear casi cualquier cosa. El acto de matar solo es tolerable en la ficción. En el arte. Ahí debe quedar. Hasta que desaparezca de cualquier horizonte de expectativa real.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Las que asumen la herencia de la Revolución Francesa: Libertad, igualdad, fraternidad.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Un sombrero muy elegante que solo se usa las noches de estreno.

¿Cuáles son sus vicios principales? Cierto hedonismo abandonista al que nunca llego a entregarme del todo, y que practico sobre todo en los días de lluvia interior.

¿Y sus virtudes? La perseverancia. La intuición. La paciencia.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La de mi padre, a mis ocho años, obligándome a hacer un cursillo de natación y fracasando en el intento.

T. M.