En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Miguel Conde-Lobato.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Del que fuese más fácil escapar. (El confinamiento por el Covid me enseñó que podría vivir mucho tiempo aislado en mi casa, mi pequeña granja. Pero ni siquiera ahí, en mi locus amoenus, sería capaz de imaginarme estar años sin salir).
¿Prefiere los animales a la gente? Pocas personas me son tan gratas como mis animales. Pero las que lo son, lo son más que ellos.
¿Es usted cruel? Solo cuando escribo.
¿Tiene muchos amigos? Los que tengo son muy buenos amigxs.
¿Qué cualidades busca en sus amigos? Lealtad, respeto, ganas de vivir, alegría, levedad, saber reírse de sí mismos y de todo.
¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, la vida me ha enseñado a esperar poco.
¿Es usted una persona sincera? Sí, menos cuando escribo. En mi última novela recojo dos pensamientos sobre la verdad que siempre me han hecho pensar. El primero de ellos se le adjudica a Robert Evans, el famoso productor de cine: “Toda historia tiene tres caras: la mía, la tuya y la verdad. Y nadie miente”. Y el segundo es del poeta persa Yalal Ud-Din Rumi: La verdad es un espejo que al caer del cielo se hace pedazos. Cada uno de nosotros cogemos un trozo y cuando lo miramos pensamos que todo el espejo refleja lo mismo.
¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? No me gusta la expresión “tiempo libre”. Se contrapone a tiempo no-libre, sujeto, supeditado, preso, sumiso... ¿Encarcelado? Prefiero decir tiempo de descanso o de asueto. En gallego existe el hermoso “lecer", que alude al tiempo para descansar. Y ese tiempo de descanso me gusta pasarlo con mi mujer y mis hijas, a ser posible al aire libre y con los animales con los que convivimos. Para mí todo el tiempo debe de ser libre. Si no, hay que huir...
¿Qué le da más miedo? Me considero muy valiente precisamente porque me dan miedo muchas cosas. Como pensar en las posibles ausencias, en el dolor de mis seres queridos… Temo al mal, en todas sus formas. Temo a la crueldad, y más cuando se disfraza de bondad. Da pánico lo que puede hacer el ser humano por culpa de una ambición desmedida… me da miedo la arrogancia y la debilidad que intenta ser clarividente, los salvadores de la patria y los que te defienden sin que se lo hayas pedido… toda esa fauna es para echarse a temblar.
¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El abuso. El fingimiento. El desprecio a los demás. Me escandaliza la desfachatez, la ambición de poder desmedida, más aún la disfrazada o presentada como sacrificio o buena intención.
Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Todos somos dos. Yo he tenido la fortuna de desarrollar mi faceta creativa como escritor y como creativo publicitario. Si no, me hubiese gustado desarrollar la parte científica: la medicina, y dentro de ella quizá la psiquiatra o la psicología social. Médico, psiquiatra, agricultor, carpintero… yo qué sé.
¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Monto a caballo, lo que lo que significa, hay que ser justos, que el que más ejercicio hace es el caballo… Y luego, como todos los que escribimos, intento hacer algo para que la espalda no duela…
¿Sabe cocinar? Solo yo creo que sí.
Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Cualquiera que hubiese tenido un impacto mucho más lejos en espacio y tiempo de lo que le tocó vivir. Me gustaría preguntarle cosas a Borges, secretos a Obama o a Angela Merkel, o a Felipe González… Pero creo que elegiría a Antonio Escohotado. Un auténtico sabio con el que hemos tenido la suerte de coincidir en el tiempo.
¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Las palabras libertad, virtud, belleza, disfrute, verdad, felicidad, amor…
¿Y la más peligrosa? Las más peligrosas son todas las anteriores. En nombre de la libertad, la virtud, la belleza, el disfrute, la felicidad y el amor se han cometido las mayores atrocidades de la humanidad. Son palabras condenadas a ser la antesala de los sinsabores, el desprecio, la codicia, los excesos, el desconsuelo, el dolor… y en ocasiones, del crimen.
¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No. Pero eso no me hace mejor que quien sí ha querido.
¿Cuáles son sus tendencias políticas? Mis máximas vitales son vive y deja vivir y piensa y deja pensar. Milito en la tolerancia, en saber escuchar, y en la prosperidad, en lo provoque el mayor bienestar para la mayor cantidad de gente posible.
Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Batman.
¿Cuáles son sus vicios principales? El vino y la buena comida. El resto no lo considero vicio.
¿Y sus virtudes? Cuido de los míos e intento no fallarles.
Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Por desgracia lo he vivido. Tuve un accidente grave y cuando desperté abrí los ojos y como no podía respirar pensé que había muerto. Vi nubes y azul entre ellas. Vaya, por lo menos exige el cielo, me dije. Luego el aire empezó a entrar de golpe en mis pulmones, me puse de pie con mi cuerpo ensangrentado y caminé como un walking dead, arrastrando mi pierna mientras pensaba: “Hubiese sido una putada irse así”. Había muchas cosas que quería hacer. Entre ellas escribir. Y el destino me ha permitido hacerlas. Solo pensaría en los seres queridos, en los lugares amados. El resto nada es importante.
T. M.