sábado, 9 de marzo de 2024

Entrevista capotiana a Sergio Mayor

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Sergio Mayor.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Podría vivir en una cueva si esa cueva está en Granada. Me admiran las propiedades psicogeográficas de este lugar. 

¿Prefiere los animales a la gente? No, no me interesan los animales por la misma razón que no me interesan las personas. No llevo provisiones de gente a casa. La fealdad de mi alma, supongo. 

¿Es usted cruel? A veces, en la escritura, poco, por falta de talento. Crueles son los escritores que conocen la crueldad del mundo. Considere las hermanas Bronte, o Saki, o Patricia Highsmith. Son sólo unos nombres.  

¿Tiene muchos amigos?  No. Tampoco enemigos. Cultivo la cortesía, pero no la amistad. Soy un tipo de poca sociedad. 

¿Qué cualidades busca en sus amigos? El alcoholismo. Que no vengan por casa. Que sean intrascendentes. Que a veces tomemos una copa, o cinco, en la barra de un bar. Eso es todo. 

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Todos somos decepcionantes. Incluso los santos son decepcionantes. No me creo expectativas. Mi carácter elusivo decepciona a mis amigos.

¿Es usted una persona sincera?Me gusta el arte, la poesía, la ficción suprema. No conozco la verdad. No puedo ser sincero. Sobrevivimos gracias a las mentiras.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Todo mi tiempo es libre. Si no escribo, leo, o paseo, o me disipo en una barra, o me deleito con la fascinante programación de Telecinco.

¿Qué le da más miedo? Una certeza, un allí, muy quieto, rígido, en un ataúd, en la sala de un tanatorio, la gente mirándome, antes del fuego, maldita sea.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Soy de escándalo escaso. Conozco la caída, la naturaleza de los hombres. He leído a Marco Aurelio. Me escandaliza, quizás, la gente que se escandaliza, la ira santa de los aspavientos por nimiedades, por corrupciones políticas, por un presidente del gobierno. Eso me parece la banalidad de la vida. 

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Reverendo de la Iglesia Anglicana, a ser posible en los tiempos victorianos, no ahora, que Inglaterra se hunde. Lo digo en serio. Me refiero al anglicanismo.  

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? No, jamás, estoy en contra. Me aburre la conversación de los atletas. Nada hallo más alejado del espíritu.

¿Sabe cocinar? Sí, comida preparada, bocadillos, exquisiteces. No entiendo una palabra de los menús de los restaurantes. Nunca sabré qué es la rúcula.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Soy poco mitómano. Podría decir Dostoievski, pero ¿qué tendría ese hombre que decirme? ¿Qué tendría que decirle? Necesitaría traductores del ruso, y los escritores, lo sé bien, son gente aburrida y simple. Me gustaría conocer a Napoleón, el Espíritu del Mundo, cuando cruza a caballo por la ciudad de Jena. Me fascina también el idiota, la falta de inteligencia, la frivolidad engreída de Terelu Campos, por ejemplo. Se aprende mucho de esa gente. Ojalá pudiera aprender de von Neumann.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? La primera, la onomatopeya Mamá, casi idéntica en todos los idiomas, por el sonido de los labios que succionan la teta, el sonido del placer, la inmensa gratitud y el amor, mmmmm, origen de mamá.

¿Y la más peligrosa? Son peligrosos porque destruyen el lenguaje: los anglicismos. Exigiría Valle-Inclán en las escuelas, pero los jóvenes dirían: Valle-Inclán no es guay. Sócrates fue posible por la abundancia de su lenguaje. Hoy no sería posible. Se empobrece el pensamiento. Tenemos pocas palabras, son tontas,  piensan por nosotras.  

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? ¿Y si dijera que lo he hecho? Sucedió en una estación ferroviaria de Inglaterra, pero no soy un hombre sincero.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? La izquierda póstuma. Éramos anti burgueses y hoy todo el mundo quiere ser burgués. Los jóvenes de los barrios bajos llevan cadenas de oro. Levinas dice: Ningún sistema salva. A veces, por estas cosas, me llaman reaccionario. El bolchevique de hoy, en el tiempo de las batucadas, ha pasado a ser un reaccionario.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No lo sé. Nunca lo he pensado. Lo siento. Hypothesis non fingo.

¿Cuáles son sus vicios principales? He sido un depósito de vicios. ¿Para qué enumerarlos? Faltaría siempre alguno. He sido el etcétera de los vicios.

¿Y sus virtudes? Si tuviera, no son mías. Las recibo por acto reflejo de Ana, mi gran presencia benéfica, la mujer que beatifica el mundo. Yo saqueo sus virtudes.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La respiración. Borges comenta la anécdota de Macedonio Fernández cuando casi se ahoga en la playa de Capurro. Copio y pego: "¡Qué raro! A mí no me había interesado nunca la respiración, pero cuando estuve en la playa de Capurro, en Montevideo, y me cubrió una ola, de pronto me sentí interesado en ella. Y el interés -decía- desapareció, lo que es más raro aún, cuando me encontré a salvo”.
T. M.