viernes, 19 de abril de 2024

Entrevista capotiana a Javier Núñez

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Javier Núñez.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? La idea de no poder salir nunca de algún lugar me produce algo parecido al horror. Pero, puestos a elegir, supongo que una casa con un patio con árboles bajo los cuales pueda sentarme a leer, y en lo posible con vistas al mar o la montaña.

¿Prefiere los animales a la gente? No. Me gustan algunos animales en particular, y sin dudas hay muchas personas a las que detesto. Sin embargo, a pesar de que los esfuerzos que hace una parte muy grande de la humanidad para que renunciemos a toda esperanza, sigo creyendo en cierta gente. Me quedo con esos.

¿Es usted cruel? Supongo que puedo llegar a serlo. A nivel verbal, me refiero. O que puedo ser huraño, y aislarme en mí mismo; a veces eso puede ser visto como una especie de crueldad.

¿Tiene muchos amigos? Cercanos, unos pocos. No me definiría como una persona particularmente sociable. Sin embargo, también tengo grupos de gente que estimo y con la que me gusta conversar y pasarla bien y en los que encuentro ese punto de refugio que a veces brinda la amistad.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Hay amistades que se han dado o se han construido por el reconocimiento y la conjunción de diferentes cualidades. Aunque imagino que hay características que son más frecuentes. Capacidad de conversación y de escucha mutua y una cierta sensibilidad frente al mundo, por ejemplo.  

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Creo que nadie está a salvo de la decepción, pero me resisto a pensarlo como algo que me suele ocurrir. Me parece que la vida nos transforma a todos, que hay momentos en que somos parte de determinadas circunstancias que nos acercan o nos distancian, y nuestra forma de lidiar con eso es parte de la relación.

¿Es usted una persona sincera? Soy una persona razonablemente sincera, dentro de las imposturas y omisiones aceptables para convivir unos con otros. Uno siempre se adapta a ciertas convenciones y se pone ciertos trajes. Ni actúo ni voy por el mundo despojado de toda máscara. Digamos que soy lo suficientemente auténtico, y que lo que muestro se acerca bastante a lo que soy.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo y mirando películas o series, o sentado a una mesa con amigos y vino.

¿Qué le da más miedo? Acostumbrarnos al horror.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? El abuso infantil, el ejercicio de la violencia en situaciones de absoluta inequidad, la injusticia, la hipocresía de los poderosos, la indiferencia ante la desigualdad.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Lo que hago el resto del tiempo en que no estoy escribiendo o pensando en la escritura: empleado de oficina, hombre de familia, etcétera. Soy escritor solamente en los paréntesis de otras actividades que me sostienen y que ocupan la mayor parte del día. Pero me cuesta mucho imaginarme una vida desligada de algún tipo de creatividad. Supongo que si no hubiera sido escritor hubiera querido ser dibujante. O hacer cine. Si tengo que pensar en algo completamente diferente, no lo sé. Tener una huerta en un pueblo de montaña, o pescador en la costa del mar.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Ahora no. Solía caminar por las mañanas, es algo que tengo que retomar.

¿Sabe cocinar? Sí, aunque no lo hago muy seguido.  

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Qué difícil. Pero supongo que, antes que elegir alguna persona que admire o algo por el estilo, me inclinaría por algún impostor célebre de la historia: Fréderic Bourdin, Mario Bruneri, Arthur Orton, Arnaud du Tilh. Es una temática que me apasiona.  

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Amor.

¿Y la más peligrosa? Amor.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Claro. Pero no a nivel real, sino como puro instinto.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Progresista, con aspiraciones a vivir en una sociedad más igualitaria, justa, redistributiva, y libre —muy lejos del manoseo al que los últimos sucesos han sometido a esta palabra en mi país— donde las grandes mayorías puedan vivir mejor.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Dibujante de cómics. O un personaje de ficción en novelas de aventura.

¿Cuáles son sus vicios principales? Beber y postergar las cosas. También fumé muchos años: era mi vicio principal, pero lo dejé hace 7 años.

¿Y sus virtudes? No sé si muchas, pero tengo algunas. No jactarme de ellas puede ser una.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Un collage de momentos superpuestos y desordenados. Algunos lugares, momentos, personas. Un árbol en el fondo del patio, el aljibe en la casa de mi bisabuelo en Córdoba, una plaza donde jugábamos al fútbol. La risa de mis hijos. Los cuadernos en los que escribía a veces. Las rutas que llevaban a algún lado. Un puente, algunos abrazos, un montón de pequeños momentos. Supongo que eso, sobre todo. Un montón de pequeños momentos que a veces parecen pasar de largo y, acaso, vuelvan al final.

T. M.