domingo, 21 de abril de 2024

Entrevista capotiana a María J. Mena

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de María J. Mena.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? Asturias. Tradición literaria y cultural, un medio natural como pocos… Un lugar al que, por trabajo o por placer, vuelvo siempre que puedo.

¿Prefiere los animales a la gente? Prefiero a algunas personas y a algunos animales.

¿Es usted cruel? No. Lo he intentado, pero no se me da bien. No me gusta la crueldad. Creo que es un acto innecesario y que denota cierto desequilibrio mental en quien la ejerce.

¿Tiene muchos amigos? Amigos y conocidos tengo muchos. Otra cosa es hablar de buenos amigos. Con la edad creo que nos volvemos más selectos. Además, soy bastante sensible y he llegado a la conclusión de que «muchos» y «buenos amigos» son dos aspectos que no casan bien. La amistad, la de verdad, la terapéutica, es un tesoro que hay que proteger y cuidar y, además, es escasa. De la misma forma nos tenemos que proteger de los falsos amigos o de quienes han dejado de serlo. Las malas relaciones pueden llegar a hacer mucho daño.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Que sepan estar cuando los necesito, que me apoyen en mis proyectos, que me cuiden y que tengan sentido del humor y del amor. También, que entiendan que si no estoy para ellos, es porque en algunos momentos, necesito estar para mí, que no es que no los tenga en cuenta, es solo que necesito todo mi tiempo y energía para hacer algo que para mí es importante.

¿Suelen decepcionarle sus amigos? No, mis amigos no me decepcionan, lo hacen los que no lo son. Si un amigo me desilusiona, dejo de considerarlo como tal, salvo que tenga intención de mejorar las cosas o haya alguna causa que justifique su actitud. Todos nos equivocamos o comentemos errores, pero hay que saber disculparse. Cuando hablo de desilusiones, hablo de cosas importantes, no de contestar a un mensaje o bobadas así. Tengo amigas a las que no veo de forma habitual, pueden pasar años incluso, y cuando nos encontramos de nuevo, parece que nos hubiéramos visto ayer.

¿Es usted una persona sincera? Demasiado. En ocasiones, he llegado a tener problemas por eso. De todas formas, con los años, se modera todo. La sinceridad también. He aprendido a mirar hacia otro lado y morderme la lengua, salvo casos de fuerza mayor o a entender que nadie está en posesión de la verdad, y menos yo.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Me gusta mucho viajar, lo que no quiere decir irse al otro lado del mundo, pueden ser viajes cortos o escapadas. Además, soy de Madrid. Creo que esta ciudad nos expulsa de vez en cuando y hay que saber alejarse de ella. También me gusta escribir, el cine y el teatro y leer, claro. Leer siempre. Y, por supuesto, estar con mi familia y con mis seres queridos, disfrutar de una conversación estimulante o de la buena gastronomía. Esto último cada vez más.

¿Qué le da más miedo? El dolor (propio o ajeno), el narcisismo, el ansia de poder y la ignorancia intencional. Unidos son un cóctel demencial.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? La corrupción, el maltrato y la desfachatez y falta de responsabilidad de algunos o algunas políticas. No se puede abrir la boca y esperar que lo que decimos no tenga repercusión mediática. Pero, sobre todo, me escandaliza que los demás no se escandalicen de lo mismo que yo.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Es difícil decirlo. Creo que la escritura no se elige. Es una forma de relacionarse y entender el mundo. No podría no hacerlo, salvo que quisiera dejar de estar aquí y eso, a día de hoy, no entra dentro de mis planes. Además de escribir, me interesan las actividades humanitarias. Creo que ayudar a otro debería ser una materia de obligado cumplimiento en los centros escolares, algo al margen de credos e ideologías. Ahora que hemos relegado la religión, pienso que el hombre y la mujer han de dar alimento, tanto a su parte humana, como a su ser espiritual, han de continuar haciéndose las grandes preguntas y buscando respuestas y yo creo que solo siendo capaz de percibir el sufrimiento de los demás, puedes entender la verdadera magnitud del dolor y cambiar tu actitud frente a la vida.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Me gusta mucho nadar y pasear. Antes hacía mucho más deporte, ahora apenas tengo tiempo. No obstante, intento ir al gimnasio un par de sesiones por semana, pero, últimamente, me resulta hasta imposible cumplir esto.

¿Sabe cocinar? Reconozco que la cocina no es mi fuerte. Para esto, como para todo lo que es creativo hace falta tiempo y yo carezco de él, por lo que al tener que dosificarlo elijo otras facetas que me reportan mayor satisfacción.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? A Antoine de Saint-Exupéry. Me encantaría saber cómo consiguió escribir una obra breve, universal, que cada vez que se lee tiene una lectura distinta, y que puede leer cualquiera. También, descifrar el misterio de su desaparición.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Vida.

¿Y la más peligrosa? Venganza. Sobre todo, la que pasa de padres a hijos porque llega distorsionada.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? En mi imaginación muchas veces, pero solo en mi imaginación. La escritura te da cierto margen de maniobra homicida. Pero en la vida real, no soy capaz ni de matar a una mosca. Me cuesta hasta podar mis plantas, con eso lo digo todo, ja, ja, ja.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Soy bastante optimista en este punto. Creo que llegará un día en el que el ser humano tenga tal nivel intelectual y formativo que sea capaz de organizar una forma de sociedad justa en la que no necesite que ningún otro ser lo gobierne. Obviamente, esto es una utopía, pero hacia allí deberíamos conducirnos. De esta forma, cuando la responsabilidad de nuestros actos recaiga sobre nosotros, quizá cambien algo las cosas. Por otra parte, soy solidaria. Creo en el reparto de riqueza y en una sociedad ecuánime e igualitaria, sin menoscabar el esfuerzo personal. Valoro más la cooperación, que la competencia. Creo que es mucho más productiva para todos. El problema de la política hoy en día es que ha eliminado la palabra «todos» de su mapa de coordenadas y que se ha convertido en un producto de marketing, muy de nuestros días, en un show, a veces un tanto esperpéntico.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? No cosa, no, persona. Me gustaría ser Cervantes y escribir el Quijote. Eso sí, si puedo pasar por encima de cautiverios y otros infortunios. Aunque pensándolo bien, tampoco me importaría ser el propio Quijote, a veces, hay que estar un poco ido para poder hacer lo que en verdad deseas.

¿Cuáles son sus vicios principales? Tengo pocos vicios, lo confieso. Ni principales, ni secundarios. No consumo drogas, ni tabaco y tomo alcohol de forma muy esporádica. Si acaso alguna copa de vino y casi siempre durante alguna comida o una cena. Me gusta la buena gastronomía, si puede considerarse vicio, y el café. No puedo vivir sin él. El resto de cosas no mencionadas, para mí, no son vicios.

¿Y sus virtudes? No tengo ni idea. Supongo que alguna tendré, pero creo que no soy yo la que debiera decirlo. En cualquier caso, me gusta vivir mi vida sin meterme ni inmiscuirme en la vida de nadie y creo que eso es una virtud. Tampoco juzgo a los demás. Cada uno que viva su existencia como crea que ha de hacerlo, si no hace daño a nadie con ello. Pero ya le digo, no sé si esto son virtudes o no.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Depende de lo que se entienda por esquema clásico. Creo que pensaría, sobre todo, en mis hijos. Me despediría de ellos y les desearía una vida venturosa, ahora que sé que me estoy muriendo y que no podré protegerlos. Que sean libres, buenos y felices y que no dejen que nada corrompa su hermoso espíritu.

T. M.