lunes, 24 de junio de 2024

Ana Blandiana: la poeta prohibida, justa y libre

 

En el año 2021 se reunió, por parte de la editorial Galaxia Gutenberg, los tres principales libros de Ana Blandiana (1942), “Estrella predadora” (1985), que la poeta rumana publicó en un tiempo en que su obra no fue prohibida por la dictadura de Nicolae Ceaușescu, “La arquitectura de las olas” (1990) y “El reloj sin horas” (2016). Aquel volumen se tituló “Un arcángel manchado de hollín”, y tenía como encabezamiento cuatro poemas que, en 1984, vieron la luz en la revista “Amfiteatru” y que conllevaron a que el régimen dictatorial rumano prohibiera sus escritos por segunda vez. En este sentido, su figura literaria se asemeja mucho a una compatriota nacida en el mismo año como la narradora Gabriela Adameșteanu; ambas conocieron el diabólico entramado comunista y trataron de sortear la censura gubernamental de entonces.

No fue hasta diciembre de 1989, después de días de violentas protestas contra este dictador que llevaba más de dos décadas en el poder, que la República Socialista de Rumanía dio un cambio de rumbo político. Justamente, recordando toda aquella fase tan gris y trágica se construía la novela de AdameșteanuVidas provisionales”, a raíz de la relación adúltera que tienen dos funcionarios de una institución cultural de propaganda comunista durante los años setenta. Un tiempo en que la existencia más privada era objeto de vigilancia por unos organismos gubernamentales que llevaban a cabo un control kafkiano de la población. Por su parte, Blandiana enarboló la escritura poética como respuesta a los abusos comunistas, en sus palabras, “ofrecía algo parecido a la esperanza”, y es que “vivimos en una época en la que ser libre es más difícil que no serlo, en la que, paradójicamente, la libertad de la palabra reduce la importancia de la palabra”.

Esta importancia, en la andadura de esta autora nacida en Timișoara, Rumanía, se cifra en una obra compuesta de catorce libros de poesía, dos libros de relatos fantásticos, nueve ensayos y una novela, mucha parte de la cual se ha traducido a veinticuatro lenguas. En cuanto a su compromiso por esa búsqueda insoslayable de libertad, cabe decir que Blandiana reorganizó, como presidente, el PEN Club rumano en los años 1990-2004 y fundó y también presidió Alianza Cívica (1991-2001), que apoyó la implantación de valores democráticos en suelo rumano y la entrada del país en la Unión Europea, además de crear un museo que sirve de centro de investigación y escuela de verano, el Memorial de las Víctimas del Comunismo y de la Resistencia en la localidad rumana de Sighet. «Mientras la justicia no logre ser una forma de memoria, la memoria en sí misma puede ser una forma de justicia», es el lema de este museo, que escribió ella misma.

Narradora fantástica

A sus numerosos premios tanto en Rumanía como internacionales se le suma ahora el Princesa de Asturias, gracias a un jurado que a buen seguro ha podido conocer sus obras, habida cuenta de que están accesibles en varias editoriales españolas, como la citada Galaxia Gutenberg, Visor y Pre-Textos, que presentaba así su libro “El sol del más allá / El reflujo de los sentidos”: “De naturaleza romántica, contemplativa y visionaria, su poesía aspira a un lirismo de las esencias y cultiva un tono sincero y espontáneo de inflexiones metafísicas. Su poética, basada en el sentimiento trágico de la existencia, se perfila como un arte que revela a la vez que esconde los significados de las cosas”. Blandiana se dio a conocer en los años sesenta con los poemarios “La primera persona del plural”, “El talón de Aquiles” (1966) y “El tercer sacramento”, a los que siguieron otros como “Octubre, noviembre, diciembre”, “El sueño dentro del sueño”, en los setenta, y “El ojo del grillo” y “Estrella predadora” en los ochenta.

Tras 1989 aparecería “La arquitectura de las olas”, “El sol del más allá”, “El reflujo de los sentidos” y “o Variaciones sobre un tema dado”, así como la novela “El cajón de los aplausos” (1992). De hecho, la editorial Periférica le ha publicado dos libros en prosa. Uno de ellos, de relatos, es “Proyectos de pasado”, de 1982, en que se hace evidente su activismo contra la dictadura, con mucho humor negro, además. Ahí cuenta cómo a los asistentes a una boda se les envía a una «isla de tierra» en medio de la nada, cómo una periodista recuerda la noche en que fue detenido su padre, o cómo a un antaño famoso actor de teatro se le invita a una función fantasmagórica. Por otro lado, tenemos “Las cuatro estaciones”, libro de 1977 que apareció después de ser rechazado por la censura debido a sus «tendencias antisociales»; también es este una reunión de textos de carácter fantástico, lo que para ella es un medio de denuncia frente al Estado totalitario.

Tres veces censurada

Destaca en dicha reunión «Recuerdos de infancia», en que se recrea la quema de libros que el padre de la autora llevó a término en una época especialmente dura en torno a la represión comunista durante los años cincuenta. Pero, por supuesto, lo central en la escritura de Blandiana son sus poemas, donde, como dijo Jordi Doce en un artículo-entrevista en “Turia”, «suceden muchas cosas y se imaginan otras tantas. O, mejor dicho, cada elemento baila con los demás en una coreografía incesante de causas y consecuencias, de mutaciones vertiginosas que señalan el camino de la extrañeza y el asombro: los párpados caen “como la cuchilla de una guillotina / sobre el cuello del mundo exterior”; “las iglesias / se deslizan sobre el asfalto / como navíos / cargados de terror”; o, en fin, «el horizonte se parece a / una bola de ámbar / en la que / fosilizados dioses / y proyectos inconclusos de ángeles / se transparentan / con asombrosa exactitud / y casi se mueven”».

Como remarca el poeta español, evocando unas palabras de la traductora de Viorica Patea: «Antes de ser un nombre conocido, Ana Blandiana fue un nombre prohibido». Doce apunta que fue hija de un sacerdote ortodoxo que había sido preso político y que la poeta fue castigada a los diecisiete años por publicar su primer poema en una revista. «Esta primera prohibición fue quizá la más dura, la más determinante de las que tres que fueron impuestas por el régimen: no solo duró cuatro años, sino que supuso “la privación del derecho de cursar estudios universitarios” y la obligó a trabajar por un tiempo como peón de la construcción». Todo ello, sin embargo, cimentó en ella una fuerte determinación a mantener alto su compromiso ético y elevar su mirada de la vida, de la vida vigilada por el Poder, en alta poesía y tratar de responder a los primeros versos de su pieza «Un caballo joven»: “Nunca he llegado a entender / en qué mundo vivo”.

Publicado en La Razón, 24-V-2024