lunes, 1 de julio de 2024

Entrevista capotiana a Carmen Ródenas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Carmen Ródenas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El océano.

¿Prefiere los animales a la gente? Por lo general me gustan los dos.

¿Es usted cruel? No, pero a veces tengo mal genio...

¿Tiene muchos amigos? Pocos, pero muy queridos.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Sinceridad, afecto y capacidad para aportar cosas, para poder aprender de ellos

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Casi nunca.

¿Es usted una persona sincera? ¡Demasiado!

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Escribiendo, viajando y fotografiando.

¿Qué le da más miedo? Perderme en el Alzheimer...

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Casi nada, aunque sí me indignan unas cuantas cosas.

Si no hubiera decidido ser escritora, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? ¡Es que yo soy profesora de universidad!

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Gimnasia, baile y running.

¿Sabe cocinar? Nada de nada..., bueno una tortilla, sí.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Esa es fácil: sobre Vicente Blasco Ibáñez, por supuesto.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Vida.

¿Y la más peligrosa? Guerra.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Siempre defender al más débil.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Reportera de guerra, ahí queda eso.

¿Cuáles son sus vicios principales? Ser muy perfeccionista.

¿Y sus virtudes? Lo mismo.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? La verdad es que estaría demasiado ocupada peleando para sobrevivir, ¡ya tendría luego tiempo para imaginar!

T. M.