jueves, 7 de noviembre de 2024

Entrevista capotiana a Francisco G. Orejas

En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez. Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Francisco G. Orejas.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría? El señor Capote hacía trampa en su autocuestionario, porque respondía: «Nueva York», que no parece recinto propicio a la claustrofobia, isla recóndita o espacio similar. Hago lo propio y respondo que cualquier ciudad europea de mediano tamaño —comparada con Shanghái o México D.F.—, a ser posible de clima amable, y siempre y cuando esté bien provista de librerías, teatros, cines, bares y restaurantes.

¿Prefiere los animales a la gente? Compleja disyuntiva. Depende de qué gente y de qué animales. Por regla general, los seres humanos tienen una conversación más amena. Pero muchos de ellos no resisten cualquier posible comparación con Pipo, el perro de mi hija Lucía, un ser apacible, cariñoso y noble, cualidades que no siempre encuentro en los seres humanos.

¿Es usted cruel? Nunca. Lo más cerca que puedo estar de tal cosa es cuando la ironía se me va de las manos y se convierte en sarcasmo.

¿Tiene muchos amigos? Pocos. Desconfío de quienes dicen tener muchos amigos, novias, novios o bienes de fortuna.

¿Qué cualidades busca en sus amigos? Vuelvo a coincidir con Truman Capote: «En primer lugar, no deben ser estúpidos».

¿Suelen decepcionarle sus amigos? Si tal ocurriese, habrían dejado de ser amigos y no cabría decepción. Y dice Cervantes que «Amistades que son ciertas, nadie las puede turbar».

¿Es usted una persona sincera?  Sí, claro. ¿O prefiere que le responda la verdad?

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre? Leyendo, disfrutando de una conversación grata —quiero decir inteligente—, escuchando a Bach o Mozart, por citar tan sólo algunos ejemplos. O no haciendo nada, que es también una estupenda manera de dejar que el tiempo pase.

¿Qué le da más miedo? Acaso la enfermedad, el dolor. La muerte no. A ese respecto —pero sólo a ese; a otros efectos soy más de Antístenes et alii— coincido con Epicuro y su  Tetrapharmakos: la muerte nunca puede ser motivo de preocupación. Cuando nosotros estamos, ella no está. Cuando está ella, nosotros ya no estamos.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice? Algún deterioro cognitivo ha de tener quien no se escandalice ya por las guerras, las injusticias, la corrupción, el supremacismo, la xenofobia, la aporofobia, el machismo... Me temo que sigue habiendo muchos motivos para el enojo, la irritación y aún la cólera en estos tiempos que nos ha tocado vivir.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho? Languidecer.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico? Sí. Pedaleo todos los días cerca de una hora por las mañanas. La actividad física me relaja y permite mantener la mente despejada.

¿Sabe cocinar? Sí. «Cocinar hizo al hombre» decía Faustino Cordón.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría? Dudo mucho que esa revista —si es que sigue publicándose— pudiese encargarme un artículo. Pero, en tan hipotético caso, podría elegir a Heráclito, Cervantes, Valle-Inclán, Walter Benjamin o César Vallejo.

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza? Para quien, como yo, nació y creció en una dictadura, creo que esa palabra no puede ser otra que «Libertad», que es bella en todos los idiomas que conozco: Libertas, Liberté, Liberdade, Llibertat, Freedom…

¿Y la más peligrosa? “Libertad”: en este caso, para sus enemigos.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien? Respondo sirviéndome de la respuesta del autor de A sangre fría: «¿Usted no? ¿No?»

¿Cuáles son sus tendencias políticas? Digamos, en términos náuticos, que toda mi vida ha navegado situándome en la cubierta de babor.

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser? Me encuentro razonablemente a gusto siendo quien soy, y no estoy seguro de que fuese a estarlo siendo otro.

¿Cuáles son sus vicios principales? No tengo vicios «principales». Todos mis vicios —de cuya enumeración le dispenso— son secundarios. Y seguramente nada originales.

¿Y sus virtudes? «Virtud» es un concepto teologal y, como decía Luis Buñuel, «Soy ateo gracias a Dios».

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza? Ignoro de todo punto cuál es el esquema clásico de las imágenes que a uno se le pasan por la cabeza en tales circunstancias. Se lo que me ocurrió cuando, hace ya muchos años, estuve a punto de ahogarme en una playa de Galicia, cuyas corrientes no había tenido en cuenta. Y en tales circunstancias, lo único que se le pasa a uno por la cabeza es salvarse.

T. M.